Historias

Alimento para el pensamiento  

Martha Lucía Barbieri

Martha Lucía Barbieri

Comunicadora Social -Yo soy la que soy –

«Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos…necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos» 

Laura Esquivel -Como agua para Chocolate-

Los alimentos que ingerimos son el resultado de las bondades de la tierra, del trabajo arduo y diario de muchas personas y de un proceso con una larga cadena de la cual no hacemos conciencia al llevar la comida a nuestra boca. Cocinar los alimentos e ingerirlos,  más que un ritual es un hábito que hacemos de forma distraída, sin foco y de manera mecánica. Comemos para satisfacer un deseo primario, sólo pensando en saciar el hambre o sin tenerla y tratando de colmar inconscientemente algunos otros vacíos y necesidades en nuestra vida. No sabemos diferenciar el hambre de la sed porque priorizamos la ingestión de sólidos y los líquidos son indispensables para la supervivencia. Comemos con premura, cansados, preocupados, con pensamientos tristes e incluso en ocasiones molestos (esas emociones se introducen al cuerpo). Además, algunas veces, se sale de nuestras manos el proceso de preparación; pasamos desapercibido el estado anímico de la persona que aderezó y coció los alimentos y también la sucesión de eventos e individuos por los que tuvieron que pasar cada uno de los ingredientes antes de llegar a nuestro paladar.

Entre otras, es por esto, que debemos permanecer atentos a lo que consumimos y a cómo lo consumimos.

Pimentones – Foto Martha Lucía Barbieri  

Nunca antes habíamos tenido tanta información sobre la importancia de una buena alimentación. Lo que usted ingiere, no sólo es un medio de supervivencia que afecta su metabolismo y provee de energía su cuerpo físico, usted es lo que come, dicen por ahí. Su dieta impacta su vida.

Está lejos de mi intención ahondar en los hábitos alimenticios, consumos, restricciones, creencias y hasta manías individuales o familiares. El tipo de alimentación de cada persona depende de factores culturales, sociales, económicos, acceso a la comida y lo que se deja vender por la publicidad. La mejor dieta es la que lleva consigo un estilo de vida y va acompañada de lo que introducimos no solamente a través de nuestra boca y de lo que pasa por nuestro sentido del gusto, sino también de lo que consumimos por medio de nuestros otros sentidos y del resto de nuestro cuerpo. Nuestras dietas reflejan la relación que tenemos con el mundo.

Por ejemplo, los pensamientos de los que se alimenta crean patrones de actividad cerebral. Solemos intoxicarnos con ideas de temor y poco optimistas. Usted también es lo que piensa, se convierte en ello. Así como el ejercicio moldea los músculos y el esqueleto, sus pensamientos pueden crear y moldear su realidad. Si aún no ha hecho conciencia sobre qué prácticas alimenticias tiene su mente, obsérvelas y note si allí tiene una buena nutrición o la menoscaba con «comida rápida» (pensamientos chatarra), mire de qué se nutre diariamente cuando piensa. El nivel de estrés mejora o perjudica su sistema inmune, así como una relación de amor o desamor puede afectar el mismo, todo esto es alimentación en el sentido no estricto de la palabra.

Mariposa – Foto Martha Lucía Barbieri   

Identifique aquello que ingresa y consume a través de sus ojos: las películas que ve, su actividad en redes sociales, los paisajes que busca, todo eso que lo colma y lo «llena». ¿Qué es lo que más ingiere por sus oídos? la música que escucha, algún podcast, una emisora, noticias, su voz favorita, algún sonido particular en su trabajo, considere si las conversaciones que sostiene son aportantes y lo dejan satisfecho, o si alguna de ellas hace que tenga pesadez y mala digestión. Haga lo propio con el olfato y el tacto.

¿Usted puede satisfacer su necesidad fisiológica y alimentarse por sí mismo siempre o sabe si hay alguna situación en la que se comporte como un bebé y tenga dependencia emocional de alguien más para que alimente algún aspecto de su vida?

Una buena alimentación en todas las áreas da bienestar y satisfacción. Cuando sea necesario es importante hacer ayuno de situaciones, cosas o personas y realizar un «détox» de todo lo que no le proporcione o conduzca a un estado de comodidad. En la cotidianidad de la vida, hay que clarificar aquello que mastica pero no pasa y elegir bien lo que va a ingerir, y de esta manera absorber lo mejor y desechar lo que no sirve.

Debemos conocer cuáles son los nutrientes que no ingresan por vía oral y nos generan energía extra y la fuente de esos alimentos que nos nutren y fortalecen: pueden ser su ambiente inmediato como los lugares que frecuentamos, las personas de las que nos rodeamos, un libro, una caminata, bailar, un buen amigo.

Potenciar una dieta saludable en este sentido, hace que la energía se canalice correctamente e incluye alimento para el alma, sanas palabras, acciones e intenciones. Una dieta equilibrada y sana consiste en estar en comunión entre cómo piensa, cómo siente, cómo actúa, sus creencias, sus deseos, sus decisiones, temores y expectativas. Todos esos hábitos alimenticios espirituales y emocionales con «productos» de alta calidad, satisfacen el cuerpo y llenan la vida y el alma.

Alimentémonos del sol, de un buen sueño, de gratitud, del arte. Ejercitar la mente mantiene activo y más joven el cerebro, todo esto nos repara el cansancio y agotamiento. Algunas veces, nuestro cuerpo es sensible e «intolerante» a ingredientes y sustancias; a personas, situaciones y lugares, nos cuesta digerir por completo algunos bocados. Si tiene la capacidad de quitar elementos de su nevera, cocina y mesa, se puede crear una dieta armónica y coherente con lo que usted es y quitar también elementos de su vida y así estar sintonizado en su estado de conciencia.

Aprendamos a determinar de qué tenemos hambre y de qué tenemos sed en la vida.

Biblioteca – Foto Martha Lucía Barbieri

Crecí en Bogotá en una familia multicultural, desde muy niña desarrollé el gusto por la buena mesa y nos sentábamos alrededor de ella a compartir. Tuve el privilegio de consumir alimentos frescos preparados a diario por mi madre y fui afortunada de tener una alimentación llena de amor, lenguaje asertivo, buena música, juego, diversión, libros y personas maravillosas. También tuve la capacidad de desechar en algún momento lo que sentí que cayó un poco pesado a mi cuerpo y mi vida. Eso es lo que debemos hacer a diario, conocer nuestro cuerpo y saber qué es lo que nos hace física y emocionalmente más fuertes.

Porque es jueves de volver a lo que fue, lo que es, lo que siempre será…porque la alimentación está en la base de las jerarquías de las necesidades humanas y si hay buenas bases éstas podrán sostenernos.

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