Historias

Anécdota viajera: El día del pie izquierdo

Annie Navia

Annie Navia

Arquitecta de profesión, viajera por vocación y soñadora a tiempo completo. Creo en el viajar como parte del aprendizaje sobre otras culturas. Escribo solo para recordar y compartir aquellas experiencias que enriquecen mis viajes y alimentan mi vida.

Suelo preparar mis viajes con meses de antelación, y el que hicimos a Sevilla, Córdoba y Granada en España, no fue la excepción. Trazamos ruta, definimos itinerario y compramos tiquetes y reservamos hostales por internet. Una vez más, todo bajo control para otra experiencia perfecta.

Estábamos en Granada, un día primaveral cualquiera. Ya era hora de despedirnos de la ciudad de la Alhambra, así que después del almuerzo, nos dirigimos al terminal para tomar el autobús que nos llevara a Córdoba, nuestro destino final.

Una vez en el terminal, hicimos la fila para reclamar el tiquete físico con la hoja impresa del pago hecho por internet. (Era 2008, así que no se pregunten porque no lo llevaba descargado en mi Nokia 100)

Cuando llegué a la taquilla, me percaté de que la chica que atendía, no se destacaba precisamente por su simpatía y servicio al cliente, así que después de un cortés saludo, le pasé el papel para que ella me diera los tiquetes y con eso concluyéramos nuestro pequeño encuentro. Pero de repente me dice:

  • Este tiquete es para ¡Córdoba – Granada!
  • Sí. Le respondo yo.

Me mira por encima de los lentes, y después de un gesto de grandeza, combinado con incredulidad agrega:

  • ¡Estamos en Granada!
  • Noooooo…. ¡No puede ser que me haya equivocado! Le dije.

Y el tan esperado corto encuentro terminó extendiéndose, mientras intentaba agradarle para que nos hiciera el cambio del tiquete Granada – Córdoba sin ningún inconveniente, y sobre todo sin un sobrecosto – que en últimas era lo más importante -.

Afortunadamente nos hizo el favor, y una vez le agradecí me retiré.

Había sido solo un pequeño error y afortunadamente estaba resuelto. Sin embargo, ya casi listos para la hora de partida, nos dimos cuenta que solo había emitido un tiquete y no 2, así que con el rabo entre las patas debí volver y por un lado explicarle lo sucedido.

Otra vez me mira por encima de los lentes, vuelve la cara al computador, teclea y teclea y entonces me imprime los 2 tiquetes. Gracias le digo de nuevo, y con un poco de vergüenza me voy.

Ahora sí, le digo a Quique, nos fuimos. Pero… justo antes de subir al bus, recordé (afortunadamente) que en la hoja que le había dado con la reserva, tenía la dirección del hostal de Córdoba. Ni modo… tenía que volver.

Otra vez por un lado de la ventanilla, me hizo el mismo gesto recurrente… me miró por encima de los lentes, y sin decir nada, pareció decirme con los ojos: ¿Y ahora qué?

Yo solo me sonreí con los dientes apretados y le dije que en el papel que le había dejado, tenía una dirección que necesitaba.  Ella me pasó la hoja y me dijo que la copiara, porque debía quedarse con el soporte. Yo lo memoricé y muy agradecida me despedí una vez más.

Cuando me estaba yendo por tercera vez ella me llamó, y tomando un papel y lápiz me copió la dirección, para que no la olvidara. Creo que en el fondo pensó que yo era una persona muy despistada, así que quiso ayudarme.

Llegamos a córdoba al caer la tarde, y con la dirección en la mano, escrita con el puño y letra de aquella simpática mujer – para que vean cómo cambian las percepciones – caminamos por 30 minutos hasta llegar a nuestro hostal. No veíamos la hora de dejar las maletas.

Al llegar a la recepción nos presentamos y dijimos que teníamos una reserva. La chica buscaba y buscaba en el computador, pero no decía nada. Rectificó mi apellido y seguía buscando. Ya un poco impaciente, le pregunté que, si pasaba algo, y me dijo que efectivamente tenía una reserva, una habitación con cama doble, pero que era para el otro día.

¿Queee? No puede ser ¿otro error? ¿Y el mismo día? eso sí que podía ser una causal de divorcio, así que ahora sí, bastante asustada le pregunté que, si nos podía dar una habitación para ese día, a lo que ella respondió que estaban con cupo completo. Sin embargo, tal vez de ver mi cara de angustia comenzó a hacer unas llamadas y nos encontró una habitación en otro hostal.

Sin más remedio, tocaba ir a otro lugar. Entonces procedimos a cancelar la reserva para el día siguiente, pero nos explicó que como ya estábamos a menos de 24 horas, no se podía hacer y que lo cargarían a la tarjeta. Estaba frita… y ni siquiera me atrevía a mirar a Quique, es más, no lo hice durante los siguientes 20 minutos que fue lo que tardamos en llegar al nuevo y clandestino hostal.

Pero al final de todo, a veces, la vida te sonríe, y pasamos la noche en una habitación grande y bastante agradable, con un lindo balcón que daba hacía la mismísima plaza de la corredera, una de las plazas más lindas de Europa, donde aquella noche decidimos pasar una linda velada.

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