Opinión

De Rolling por el estadio parte II Tiempo de doblar

Luis Carlos Rojas García

Luis Carlos Rojas García

Escritor

Recuerdo aquella vez cuando entré a la cabina de radio y había un sujeto de esos que se hacen llamar hermano, Chaman o brujo. Este personaje juraba por el cristo bendito que tenía al frente. Le pregunté a mi amigo, el locutor control, nombre que le dan a los locutores que hacen el control master, que en dónde estaba el cristo. Mi amigo se echó a reír y me dijo que pusiera cuidado; en cuestión de segundos entró una llamada, era un supuesto oyente que necesitaba ayuda porque tenía una brujería.

El brujo comenzó a hacer sus oraciones y a dar recomendaciones. Mi amigo me pidió el favor que cerrara la puerta de la sala de grabación y gran sorpresa me llevé cuando vi a un hombre que interactuaba con el supuesto brujo al otro lado de la línea telefónica.

Volví a la cabina, no podía creer lo que estaba pasando; entonces, mi amigo hizo señas indicando que el programa se había terminado y que necesitaba cortar de inmediato. En ese momento, entraron los locutores deportivos. Su director, a quien no nombrare para evitar sentimientos encontrados, llegó gritando y preguntando que si ya tenían todo listo para la transmisión:

—¡Los efectos, el sonido de estadio, la presentación! ¡Jueputa! ¡Nos cogió la noche! ¡Prendan ese hijueputa televisor pues!

El locutor control les hizo una seña advirtiendo que todo estaba preparado. Entonces, prendieron el televisor que estaba en la cabina y comenzó la transmisión del encuentro entre: Deportes Tolima y el Deportivo Independiente Medellín, transmitido al mejor estilo de los protagonistas del balón o el combo deportivo o como quieran llamarlos porque a la final, la gran mayoría se hacen llamar igual.

Una fanfarria llena de gritos, adulaciones al narrador de narradores y una presentación de casi dos minutos seguida de una interminable tanta de anunciantes, se clavó en mis oídos. Cuando todo el estruendo terminó salió el narrador. Tenía una voz grave, por el estilo de don William, aunque con más fuerza. Era, sin dudas, una voz realmente extraordinaria. Sonó el pito y la pelota se movió en el estadio.

Yo estaba estupefacto, era una pantomima perfecta, una obra teatral, una actuación magistral llena de efectos de sonido, voces, narraciones y todo, desde la comodidad de una silla y la pantalla de un televisor.

De repente, noté que el brujo y su cómplice miraban admirados al narrador y a los comentaristas. La magia se podía sentir en ese lugar, era, sin exagerar, como estar en el estadio; de hecho, era mejor que estar en el estadio. Cerré los ojos y me dediqué a escuchar tan espectacular narración.

— ¡Ataca el Deportes Tolima! ¡Vamos mi equipo! ¡Viene el gol, viene el gol, gol, gol, gooooooooool!

Abrí los ojos y ahí estaba, el estadio frente a mis ojos, los hinchas gritando y cantando sus coros, la gente y su euforia, sirenas, más gritos, cosas que estallaban y un canto de gloria al unísono.

Solo cuando vi a los brujos gritando y dándose abrazos, recordé que estaba en la cabina de radio. Miré a mi amigo y me dio mucha risa verlo que estaba fuera de control, el locutor control. Era un hincha más.

En la cabina el canto de gol del narrador no se detenía, su vibración era impresionante, sostenía la palabra gol y parecía que su garganta iba a reventar.

Por fin su voz descendió, entraron los comentaristas, la música, el sonido del estadio que se repetía siempre en el punto en donde una mujer gritaba y el show continuó hasta que el árbitro dio el pitazo final.

Ese día, el Deportes Tolima se llevó la victoria del encuentro. El combo deportivo salió triunfante, los clientes no se quejaron, nadie supo que no habían trasmitido en directo, el trabajo había sido limpio y las ventas aumentarían según decían los comentaristas que, hacían las veces de vendedores de publicidad, cargaban cables y hasta más.

El narrador salió y me miró sonriente:

—¡Aprenda pelao para cuando le toque conmigo! ¡Pregúntele a su amigo cómo es porque no acepto errores!

Un par de años después, era yo quien dirigía la transmisión, era yo el locutor control quien, a través de efectos de sonido mejorados, creaba una atmosfera ideal para que la gente que estaba al otro lado de la radio, vibrara con cada encuentro de su equipo del alma.

Me dediqué a perfeccionar el asunto, sobre todo cuando el narrador y los comentaristas tenían que doblar, bien fuera porque no tenían cómo pagar la transmisión o no podían costear el viaje o por la razón que fuera.

Por todo esto y muchas otras cosas más que no menciono aquí, creo que a Trompetero le faltó investigar y a sus actores les faltó pasión. Si hubiesen tenido la oportunidad de irse de Rolling por el estadio conmigo, acompañando a los maestros de la narración, el comentario y el doblaje, De Rolling por Colombia hubiese sido un verdadero éxito.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba