El deseo en tiempos de conexión ilimitada

Suelo escribir sobre política en este espacio, pero hoy quise escribir sobre el deseo, porque me interesa resolver sus contradicciones. Para ello, creo que debemos reflexionar sobre su pasado evolutivo. ¿Por qué sentimos deseo? ¿Y por qué, a menudo, este carece de sentido? La respuesta a esta última pregunta —para que cada uno vaya haciendo las paces con sentimientos inconvenientes— es que nuestro cerebro no sabe que ya no estamos en la sabana, donde, por ejemplo, no era posible darle el contacto de WhatsApp, para aparearse, a alguien que estuviera a kilómetros de distancia.
La respuesta a la segunda tiene que ver, precisamente, con la necesidad de aparearse, para reproducirse; esa respuesta la hemos explorado más. Enfoquémonos en las contradicciones del deseo. Para nuestra tranquilidad, los únicos problemas del apareamiento no están relacionados con las posibilidades que hoy nos brindan las redes sociales. También había inconvenientes en la sabana. Un pavo real, por ejemplo, es el sueño de un depredador. No solo por las propiedades nutritivas de su carne, sino también porque tiene una cola larga con plumas brillantes. Pareciera contraintuitivo: ¿no sería mejor para el pavo pasar desapercibido?
Darwin llegó a la conclusión de que las exhibiciones de los pavos reales evolucionaron porque propiciaban el éxito reproductivo de su portador, al otorgarle una ventaja en la competencia por las hembras deseables. Eso se conoce como selección sexual: la evolución de ciertas características debido a sus beneficios para el apareamiento, en lugar de los beneficios para la supervivencia. Nada que hacer: primero lo primero, aparearse. Algo parecido sucede con las expectativas de apareamiento que se pueden generar —donde sea que uno esté— al dar su contacto de WhatsApp.
Pongan atención: el deseo de aparearse nos hipnotiza cuando lo experimentamos y ocupa nuestras fantasías mientras se concreta. Bien sabemos que la euforia y la angustia amorosas dominan la poesía, la música, la literatura, las telenovelas y las novelas románticas. Bueno, hoy en día, también lo hacen en los mensajes de WhatsApp.
Pero, no olviden esto: que el cerebro no sepa que ya no estamos en la sabana, o que la naturaleza a veces no ayude —como en el caso del pobre pavo real—, no significa que no haya nada que hacer. Recordemos que en la naturaleza existen enfermedades, plagas, parásitos, mortalidad infantil y un sinfín de otros fenómenos que hemos intentado eliminar o reducir. Es posible conciliar nuestros sueños con la realidad.



