Opinión

Imponiendo la resistencia

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Sabemos que Cali se ha caracterizado por ser una ciudad petrista, con clara ideología de izquierda, por eso, Jorge Iván Ospina pudo ser alcalde de la ciudad en un segundo mandato, a pesar de los señalamientos que tuvo su primera administración. Además, hoy también sabemos que fue esa permisividad con la izquierda la que facilitó el mal llamado “estallido social” de 2021, que se evidenció como una toma de la ciudad por parte del hampa, ante la mirada impotente de la mayoría de los ciudadanos.

Durante esa toma guerrillera se gestó y erigió el Monumento a la Resistencia, la famosa mano que, para algunos, representa la lucha de clases que se da al interior de la ciudad pero que, para otros, es sólo una muestra de cómo resistieron durante dos meses que sus derechos, su paz y tranquilidad fueran pisoteados por un grupo de personas que, en su mayoría, no tenían ni siquiera un ideal, solo una compensación monetaria por realizar actos vandálicos.

Y aunque a muchos les parece que ese monumento los representa, también es claro que muchos otros no lo consideran así. Es por eso que la propuesta que revivió el ministro de Cultura, Juan David Correa, de declarar este monumento como Patrimonio Nacional, no tiene mucho sentido, sobre todo si se piensa que, para ser Patrimonio Nacional, la estatua debe cumplir con el criterio de valor simbólico de cohesión social, lo que significa que los caleños deben sentirse representados y unidos alrededor de dicho elemento, lo que sabemos, no ocurre.

Lo que sí es claro es que el presidente de la República debería, desde su posición como mandatario de todos los colombianos, entender que muchos caleños no solo no se sienten representados por la mano, se sienten agredidos por lo que ella representa y él, como presidente, también es el representante de aquellos no tienen su misma postura o sus mismos intereses, lo que debería llevarlo a pensar en tener una posición más conciliadora y ecuánime. Pero esas serían actitudes de un líder y es como pedirle peras al olmo.

El alcalde de Cali, Alejandro Éder, un hombre que se ha caracterizado por ser menos radical ante este tipo de situaciones, ha pedido que se inicie un proceso de reconciliación y de memoria histórica, porque considera que en Cali “cabe todo el mundo” y desde su administración, garantiza que se respetarán los derechos de todos. Gracias a su experiencia como director de la Agencia Colombiana para la Reintegración, Éder sabe que imponer este tipo de acciones no arroja ningún resultado positivo. Considero que hacerlo, terminaría siendo una acción donde, realmente, el único que ganaría sería el ego de los políticos de izquierda, no la dignidad de la comunidad caleña.

Es claro que el ministro de Cultura, Juan David Correa, trabaja para el presidente Gustavo Petro y obedece sus órdenes. Eso no es novedad para nadie y es lógico, él lo designó para el cargo; sin embargo, el salario lo pagamos entre todos de los impuestos, por eso creo que debería pensar un poco más en la comunidad en general antes de salir a proponer las maravillas que al presidente se le ocurren y que agreden a la comunidad. A veces parece que en Casa de Nariño no hay un adulto responsable que guíe al presidente.

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