Opinión

La movilización que nos desmoviliza

José Yesid Devia Tafur

José Yesid Devia Tafur

Se estima que el  parque automotor,  que circula en la actualidad por las calles de Ibagué, el cual está conformado,  básicamente   por automóviles, camionetas, motocicletas,  camperos, , camiones, busetas, buses y microbuses,   mal contados;   cifras más,  cifras menos,  suman cerca de 220.000 vehículos. Predominando las motocicletas y en segundo lugar los automóviles y las camionetas. EL promedio de crecimiento de 2.015 para acá,  se puede estimar entre un 6 y un 7% anual. El desmedido aumento en lo que hace referencia a los automóviles, se presenta fundamentalmente, por la comodidad para transportarse,  porque genera estatus, por  el aumento del poder adquisitivo de un sector de la población y se considera como  un ligero síntoma de una economía dinamizada. EL inusitado auge de las motocicletas,  es posible que su incremento obedezca,  en razón a  las facilidades de adquisición  otorgadas  por los distribuidores,  por el bajo consumo de combustible y por la rapidez en el desplazamiento.

Pero no todo se puede enmarcar en unas simples estadísticas, este desborde de parque automotor, sin control, que seguirá aumentando implacablemente, en la medida que la ciudad  siga su tránsito transformándose en metrópoli, en urbe,  se convertirá en un flagelo que afectará sustancialmente la calidad de vida de la población en general.

El gran flujo vehicular, tanto en horas pico,  como en horas valle, tienen su causa y su efecto;  esto,  ya lo estamos experimentando. Las calles viven atiborradas de carros, de motos  y los trancones son impresionantes. Encontramos embotellamientos de marca mayor,  en la avenida Pedro Tafur, en la glorieta de Mirolindo,  en la carrera 5 desde la calle 45 hasta la 37,  el atasco es inmisericorde,  desplazarse por la carrera primera a la calle 15, es una verdadera odisea, encontramos la av. Guabinal,    en el San Francisco, en el Calarcá  y en la calle 60 totalmente taponada.  Hacer un recorrido en servicio urbano,  antes de este desmedido repunte vehicular, del barrio Jordán a la plaza de  Bolívar, por la carrera 5, requería de tan solo 30 minutos, el mismo trayecto en transporte particular,  se hacía en 10 minutos.  Estoy hablando de avanzar cerca de 70 cuadras. Hoy en día,  hacer el itinerario comprendido,  de la calle 70 a la 60 y viceversa, en horas pico, tanto en servicio urbano,  como en particular, es necesario invertir cerca de 15 minutos,  para cada trayecto. Vemos en este ejercicio,  una gran desproporción. Es decir,  en un recorrido de un kilómetro,  estamos invirtiendo un cuarto de hora.

Esta grave congestión  originada por el sector automotriz, que genera demora en los recorridos, contrasta con la rapidez en que se agudiza la problemática y el tiempo empleado  en los desplazamientos,   en  buena parte de la red vial de la ciudad;  motivos que causan serios traumatismos a conductores y peatones,  aumenta los accidentes y ejerce un impacto bastante negativo,  en el medio ambiente.  La polución, la emisión de contaminantes atmosféricos, deteriora la salud de todos los habitantes, con o sin carro. Sufrimos doble afectación, la ambiental y la auditiva,  esta última originada por el rugir de los motores. Caer en un trancón,  impacienta,  genera estrés, hace que la gente asuma posiciones violentas y se torne agresiva.

El panorama en esta materia, es poco alentador, la situación día a día, se vuelve  más caótica, las soluciones no saltan a la vista. El problema,  que es de una gran complejidad, requiere que las autoridades encargadas del manejo de la MOVILIDAD, se empleen a fondo, utilizando personal altamente calificado,  con conocimientos en ingeniería de tránsito, para que a través de estudios serios, diseñen políticas agresivas bien definidas y  efectivas, que nos permitan salir del atolladero en que nos encontramos. Si es  preciso, que se importen  modelos de ciudades del mundo entero que han sufrido la misma calamidad, pero que hoy en día los han venido superando.

Los niveles de congestión son de gran magnitud, pero no es solo con medidas de carácter represivo que los  podemos contener, hay que ahondar en la persuasión,  en la culturización y en la educación de los usuarios, es combinando todos los esfuerzos y todas las maneras de control,  como se podrá minimizar la problemática. Hay que implementar el mantenimiento y conservación permanente de las vías, se debe optimizar la señalización, colocar semáforos inteligentes en los sitios de tránsito promedio diario elevado, este sistema agiliza  y dinamiza la operación, por consiguiente se le debe dar urgente prioridad. También se debe pensar en la alternancia de vías y en el tránsito reversible, como medidas opcionales de solución. De igual manera, se debe pensar en la construcción de intercambiadores viales en los sitios más  neurálgicos Así mismo, es de suma importancia, velar porque la prestación del servicio público de pasajeros,  sea de gran calidad,   adecuado, moderno, bien reglamentado; para que los usuarios se vean incentivados a utilizarlo, de esta manera, se contribuiría en buena forma a la descongestión, pues mientras en un automóvil viajan a lo sumo , muy esporádicamente 4 personas, en  el transporte urbano,  pueden ir hasta 50 , en un  recorrido.

Pero no todo debe ser responsabilidad de las autoridades reguladoras, se requiere gran concientización y contribución de parte de  la ciudadanía, para que se haga un uso racionalizado de los automóviles, evitando en la medida de lo posible desplazamientos en las horas pico, no obstaculizar las intersecciones y no parquear en las vías de alto flujo vehicular. En el caso de los peatones, cuando se trate de   cruzar las calzadas,  procurar hacerlo por los sitios señalados  para el efecto.

Por último, entendamos que en el asunto  de la congestión vial,  en nuestra ciudad, estamos involucrados todos,  por consiguiente,  si somos responsables de la dificultad,  comprendamos  también,  que debemos ser parte de la solución.

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