Pongámonos del lado de los niños
Los comportamientos humanos llegan a ser insospechados, por no decir irresponsables. Todos conocemos el ‘deber ser’, sin embargo, preferimos comportarnos como nos parece, como nos gusta, como “quedamos mejor”, sin importar a quién afectamos o ponemos en riesgo. Eso reflejan las cifras del Instituto Nacional de Salud, INS, que arrojan un total de 128 quemados con pólvora en la noche de las velitas.
Lo triste de esto es que, junto a los 87 adultos que, bajo su responsabilidad decidieron poner en riesgo su salud y su vida, están 41 niños, quienes estaban buscando que algún adulto responsable les dijera que la pólvora es peligrosa, que pone en riesgo su integridad, sus sueños y hasta su vida. Pero en cambio de eso, se encontraron con adultos irresponsables que no sólo les permitieron actuar como no debían, seguramente, hasta incentivaron y patrocinaron los hechos.
Y es en estas fechas donde deberíamos pensar en fortalecer y endurecer las penas para quienes venden pólvora de manera ilegal, la venden a los niños y promueven usarla con ellos. No podemos seguir permitiendo que la ausencia de sensatez de algunos, dañe la vida y las ilusiones de los más pequeños, porque no estamos hablando de quemaduras superficiales, estamos hablando de heridas y quemaduras que destrozan vidas.
Todo el Estado debe estar del lado los niños: la policía, encargada de capturar a los infractores; los padres de la patria, responsables de hacer las leyes; la Fiscalía, que tiene el deber de condenar a los responsables; el sistema de salud, encargado de brindarle apoyo y atención psicológica y médica a los pequeños afectados. No podemos permitir que el tiempo siga pasando y las campañas de educación hagan el 100 % de la tarea, porque es claro que así, no funciona nuestra sociedad.
Si queremos que todo el mundo sea consciente de los peligros que se corren al manipular pólvora, es necesario que la dureza de las penas haga parte del menú. Es evidente que las campañas de educación y concientización a través del tiempo, no han sido suficientes para formar a los adultos y garantizar la seguridad de los niños. Ver cómo llega la Navidad o ciertas fechas especiales en algunas familias y evidenciar que la pólvora hace parte infaltable de la celebración, es más común de lo que muchos quisiéramos.
Si las penas se recrudecen, económica y judicialmente, la gente comenzará a pensar con mayor cuidado si vale la pena exponerse, porque es claro que los niños y los daños que a ellos pueden ocasionarles, no les importan. Por eso, hay que tocar fibras más personales y afectar de manera directa a quienes son los responsables por los daños ocasionados. No podemos seguir viendo cómo pasa el tiempo y sólo sumamos afectados entre aquellos a quienes, por irresponsabilidad, les cambiamos la vida.