Síndrome del cuarto de hora

Les voy a contar una historia: esa de aquellos que quieren ser notados, que les gusta el protagonismo y que, aunque son limitadamente competentes, poco destacados, mediocres, con menguado intelecto, carentes de alguna habilidad o destreza buscan quedarse en el recuerdo y permanecer en el pensamiento de los demás.
Su deseo: tener fama, poder, popularidad y/o dinero a toda costa, acaparar la atención sin importar cómo, impulsados por el ego para alcanzar su objetivo que no es otro que salir del anonimato, lograr renombre, pasar a la posteridad.
Algo de esto desbordan algunos políticos y el mundo cibernético, sin embargo, no nació allí sino en el siglo IV a. C. con Eróstrato, un hombre sin notoriedad que pasó de pastor a incendiario tras prenderle fuego al Templo de Artemisa en Éfeso, (una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo) con el único fin de difundirse en la historia y de ser famoso. Su castigo la pena de muerte y condenar (sin éxito) su nombre al olvido. Aquello llamado en la antigüedad Damnatio memoriaeo, era la condena a la memoria, que pretendía borrar cualquier forma de recuerdo.
El síndrome que lleva su nombre trasciende límites y llega a lo nocivo. Estos megalómanos sin aptitudes pueden cometer actos destructivos y delictivos, haciendo despropósitos y causando dolor. Son autores de masacres, magnicidios, dispuestos a cualquier cosa con tal de dejar de ser anónimos.
Algunos ya saben sobre este complejo descrito en psicología que define a estas personas como presumidas, fantasiosas y en realidad con baja autoestima. Todo eso parece familiar y común en tiempos de exhibir en muros virtuales y mostrar sucesos diarios. Cantidad de individuos se ven a diario con rasgos de esta patología en la que se alimenta el ego y en la que la apariencia es su estilo de vida, buscan dedito arriba con acciones sin esfuerzo motivados solamente por tener su cuarto de hora.
Posiblemente en muchos hay rasgos del síndrome de Eróstrato, ese impulso por mostrarse, por ser famoso y crearse un espacio en los anaqueles del tiempo para tener divulgación.
Porque es jueves de volver a lo que fue, porque siempre han existido, existen y existirán quienes quieran tener sus cinco minutos de fama sin importar cómo lo logren, porque debería destruirse su recuerdo y prohibir la mención de sus nombres.