Opinión

“Pueden llorar”

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Esta expresión me recuerda mi época escolar, cuando se usaba para decirle a los demás que, hicieran lo que hicieran o pensaran lo que pensaran, primaba un deseo o interés personal que se cumpliría por encima de quien fuera. Desconsuela haberla escuchado ahora, de boca de la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, como respuesta en la entrevista que concedió a Vicky Dávila en Semana, al preguntarle por sus viajes en helicóptero a su casa en Dapa.

Inquieta recordarla cuando, como candidata, concedía entrevistas en las que manifestaba sentirse incómoda por tener que entrar en camionetas blindadas a lugares carentes de agua potable, de saneamiento básico, sin profesor en la escuela; pero hoy, parece que esos territorios han dejado de ser prioritarios en su mente, han dejado de conmoverla y, su intención de poner la dignidad en el centro, parece que la cambió por disfrutar de los privilegios a los que tiene derecho por el cargo que ostenta, porque en su respuesta evidencia que no le importa el costo que tiene cada hora de vuelo, que ella está por encima de todos, y no se pone a pensar que ese presupuesto le permitiría al Gobierno, llevar algo de sosiego a algunos de esos territorios.

Y no podemos desconocer que, al ser la vicepresidenta de los colombianos, merece todo el respaldo y apoyo para garantizar su seguridad, pero ¿no sería coherente que ella buscara esa seguridad en los espacios que le han sido previamente asignados en la capital del país, donde ejerce su cargo y no en el Valle del Cauca, donde para prestar dicha seguridad, es necesario incurrir en costos adicionales? Francia Márquez aduce que buscaron a su mamá en Suárez, Cauca y que en el camino a su casa en Dapa fue frustrado un atentado, ¿no son esos motivos suficientes para pensar en que es Bogotá el lugar donde todos estarán más seguros? Aunque caminar por la carretera para recibir el apoyo y cariño de los vecinos, como manifiesta en la entrevista que hace, no es considerado por ella como un riesgo…

Es cierto, podemos llorar, pero no solo “la élite”, podemos estallar en llanto todos los colombianos, porque las prácticas que están aplicando los del “gobierno del cambio”, son las mismas y aún peores, que las que aplicaban los políticos de siempre, esos cuyo comportamiento inapropiado, fue el que permitió que el modelo económico actual, llegara al poder. Podemos llorar, porque se eligió un cambio y lo único que hemos visto es más de lo mismo: acuerdos políticos con todos los partidos, donde se comprometen votos de bancadas por reformas poco convenientes a cambio de puestos para los amigos; dudas sobre los topes de la campaña; amiguismo para la adjudicación de cargos que deben estar en manos de expertos profesionales en cada materia; incumplimiento de promesas y ahora, como novedad, abandono del frente de batalla por parte de los escuderos del Pacto Histórico (Gustavo Bolívar y Roy Barreras), al parecer porque el Gobierno no es consistente.

La vicepresidenta argumenta que las quejas ante su comportamiento ocurren porque es pobre y negra, lo que es absolutamente insensato. Debería recordar que fue elegida por los colombianos que la creían capaz de hacer las cosas de una manera diferente, contraria a como lo hacían quienes siempre habían estado en el poder. Infortunadamente, parece que la señora llegó al cargo y olvidó su esencia, su origen, al dejarse embelesar por las mieles y lujos que otorga el poder y que se pagan con los impuestos de TODOS los colombianos. Confiemos en que el ‘gustico’ del helicóptero sea el único, porque aún las cuentas con su casa en Dapa, no parecen muy claras.

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