Opinión

¿Cómo afrontar la nueva normalidad desde la academia?

Juan Felipe Ramirez Pulecio

Juan Felipe Ramirez Pulecio

Estudiante en prácticas de la Universidad de Ibagué 

“Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlos. ¡Nadie!” – Jaime Garzón

La llegada del Covid-19 nos dejó a todos cruzados de brazos, impotentes, mirando al techo y percibiendo las muestras de cariño y afecto como un arma letal. Los niveles de desempleo, deserción escolar, delincuencia y problemas de salud mental se han incrementado de una forma increíble. Se ha convertido en algo tan cotidiano como un café en la mañana y muchos de estos casos circulan en las salas de redacción, las emisoras de radio y los programas de televisión, mientras se propagan como el propio virus en varios medios.

Estos escenarios merecen ser más estudiados, leídos y comentados en los hogares de muchos colombianos antes que ver la novela. Salir a la calle y ver a cientos de personas con rostros de preocupación es algo que lo pone a reflexionar a uno, incluso con esa nueva prenda que nos cubre media cara podemos encontrar miradas que evocan sentimientos de desasosiego. La cuestión aquí y lo que verdaderamente me preocupa, es encontrar miradas que denotan un sentimiento de paz alimentado de una visión cómoda e individual ante la vida, como decía nuestro querido lustrabotas.

Ahora los noticieros sirven como portales para visualizar una Colombia cada vez más herida y con necesidades, con algunos ciudadanos que no saben de dónde vienen ni para dónde van, líderes que luchan a capa y espada por lo justo y personas de a pie que buscan ganarse el pan de cada día con gran esfuerzo y sudor, con la mayoría viviendo una dinámica en la que muchos derechos fundamentales son cada vez más pisoteados. Lo peor es que el país pide a gritos un cambio, y es aterrador saber que estamos sometidos a vivir en esta cruda realidad hasta que comencemos a pensar y actuar diferente.

Es lamentable decirlo, y mucho más complicado escribirlo, pero un común denominador a nivel nacional radica en el hecho de normalizar, cada vez más y de manera muy fría, casos de líderes sociales o campesinos asesinados vilmente, millones de padres de familia entre la espada y la pared por encontrar oportunidades de empleo cada vez más escasas y con salarios reducidos, miles de estudiantes que desertaron de sus estudios por problemas de salud mental, o filas de personas que luchan por defender sus derechos sin tener una respuesta por parte de los tribunales.

El sector educativo debe trabajar de manera minuciosa y permanente en la línea de pensamiento de las futuras generaciones, no podemos seguir en lo mismo. Los colegios y las universidades deben servir como escenarios dispuestos a una formación intelectual que pueda generar un cambio de visión del espectro político y social, la historia debe servir como un referente en la toma de nuevas decisiones consensuadas entre todos, que orienten al país hacia un sistema de gobierno transparente, incluyente, cohesionado en ideas y que transmita credibilidad mediante un ejercicio legítimo de la democracia.

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