¿Cómo afrontar la nueva normalidad desde la academia?

“Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlos. ¡Nadie!” – Jaime Garzón
La llegada del Covid-19 nos dejó a todos cruzados de brazos, impotentes, mirando al techo y percibiendo las muestras de cariño y afecto como un arma letal. Los niveles de desempleo, deserción escolar, delincuencia y problemas de salud mental se han incrementado de una forma increíble. Se ha convertido en algo tan cotidiano como un café en la mañana y muchos de estos casos circulan en las salas de redacción, las emisoras de radio y los programas de televisión, mientras se propagan como el propio virus en varios medios.
Estos escenarios merecen ser más estudiados, leídos y comentados en los hogares de muchos colombianos antes que ver la novela. Salir a la calle y ver a cientos de personas con rostros de preocupación es algo que lo pone a reflexionar a uno, incluso con esa nueva prenda que nos cubre media cara podemos encontrar miradas que evocan sentimientos de desasosiego. La cuestión aquí y lo que verdaderamente me preocupa, es encontrar miradas que denotan un sentimiento de paz alimentado de una visión cómoda e individual ante la vida, como decía nuestro querido lustrabotas.
Ahora los noticieros sirven como portales para visualizar una Colombia cada vez más herida y con necesidades, con algunos ciudadanos que no saben de dónde vienen ni para dónde van, líderes que luchan a capa y espada por lo justo y personas de a pie que buscan ganarse el pan de cada día con gran esfuerzo y sudor, con la mayoría viviendo una dinámica en la que muchos derechos fundamentales son cada vez más pisoteados. Lo peor es que el país pide a gritos un cambio, y es aterrador saber que estamos sometidos a vivir en esta cruda realidad hasta que comencemos a pensar y actuar diferente.
Es lamentable decirlo, y mucho más complicado escribirlo, pero un común denominador a nivel nacional radica en el hecho de normalizar, cada vez más y de manera muy fría, casos de líderes sociales o campesinos asesinados vilmente, millones de padres de familia entre la espada y la pared por encontrar oportunidades de empleo cada vez más escasas y con salarios reducidos, miles de estudiantes que desertaron de sus estudios por problemas de salud mental, o filas de personas que luchan por defender sus derechos sin tener una respuesta por parte de los tribunales.
El sector educativo debe trabajar de manera minuciosa y permanente en la línea de pensamiento de las futuras generaciones, no podemos seguir en lo mismo. Los colegios y las universidades deben servir como escenarios dispuestos a una formación intelectual que pueda generar un cambio de visión del espectro político y social, la historia debe servir como un referente en la toma de nuevas decisiones consensuadas entre todos, que orienten al país hacia un sistema de gobierno transparente, incluyente, cohesionado en ideas y que transmita credibilidad mediante un ejercicio legítimo de la democracia.




