Desescalar el lenguaje
Hasta el momento 42 muertos han dejado los casi 15 días de paro, manifestaciones y represión policial en Colombia. La arremetida del ESMAD ha sido grave, pero también lo ha sido el accionar de los violentos que no necesariamente pertenecen a una guerrilla o pandilla de vándalos, sino también a eso que muchos llaman “gente de bien”. Sucedió en Cali con aquellos que andan en Toyota por Ciudad Jardín, pero también en Pereira e Ibagué, donde ayer un hombre en un carro de alta gama, sacó un arma y amenazó a unos muchachos que estaban bloqueando la calle 60.
Por estos días la intolerancia ha llegado a niveles extremos y pareciera que en la coyuntura nos dividimos entre “buenos y malos” o “ricos y pobres” y desafortunadamente esta lucha no es de clases sociales, sino de colombianos.
Pese a las manifestaciones pacíficas que se han adelantado en diferentes partes de Colombia, se siguen conociendo casos de abusos de autoridad, de vandalismo, y de acciones de intolerancia en medio del ambiente enrarecido que vivimos por estos días. Las redes sociales también han sido escenario de discusiones acaloradas, de insultos y hasta de amenazas, pues cada vez es más complejo apaciguar las aguas y apelar al respeto por la diferencia.
Noto con preocupación que mientras el país se sumerge en la polarización, y lucha contra la pandemia, hay algunos que se han encargado de atizar el ambiente con descalificaciones, insultos, amenazas y provocaciones de diversa índole. Desde la misma cuenta oficial de la Policía Nacional en redes sociales se ha desbordado una equivocada estrategia para exaltar la labor del cuestionado escuadrón móvil antidisturbios, pero también lo ha hecho la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez al hablar de las finanzas de la minga indígena de manera despectiva. Lo han hecho ministros, funcionarios del alto gobierno y hasta periodistas de las grandes cadenas con quienes marchan, y desde luego la gente del común que se deja llevar por el resentimiento, el odio y las fake news.
Hoy Colombia vive una dura realidad, y el llamado debe ser a la concertación y el diálogo social desde la Casa de Nariño. No con los amigos del gobierno y los políticos de siempre, sino con las ciudadanías, los estudiantes, y los indígenas. Basta ya de oídos sordos, y de querer tapar el sol con un dedo. El país despertó y será a través de los consensos que esta coyuntura pase y no siga dejando más muertos a su paso.
Desescalemos el lenguaje del odio. Silenciemos los insultos. Empecemos desde casa.