El día de mi cita con Gustavo Cerati
Corría enero de 1989 y pasaba vacaciones familiares en el país de mi padre. Tocaba los días entre asados, mate y alfajores en esa tierra austral. Allí, en la Ciudad Feliz, en ese Mar del Plata cuyas aguas gélidas del Atlántico me bañaban, me sentía infinita y a mis trece ya recordaba tiempos de temprana infancia en ese mismo lugar entre los dos pastores alemanes de mi tía paterna, Danna y Oso.
Todo era diversión: la familia, los amigos, la buena mesa, visitar una vez más el monumento a Alfonsina Storni…y añorar el regreso a Buenos Aires para estar allá otros días admirando el obelisco.
Una noche, mi madre tuvo un evento de adultos, fue una de las poquísimas veces que me despegué de sus faldas durante mi niñez. Transcurrieron las horas, me ganó el sueño y con la llegada del amanecer me contó cómo había sido para ella la noche anterior.
Después de un rato de charla e imaginarme todo lo aburrida que pudo haber sido su salida, me dice mi madre.
– Ahhh!! nena, conocí a este chico que te encanta.
– Qué chico? Pregunté ya algo nerviosa.
– Al cantante, al del grupo que te gusta, Gustavo se llama él.
– Gustavo? lo está llamando por nombre de pila? (pensé). Cerati? me hablas de Soda Stereo y de Gustavo Cerati?
– Sí, claro!
Sí claro, respondió como si nada!
Casi no daba crédito a lo que escuchaba. La cuestioné sobre si estaba segura de lo que me decía.
– Me estás diciendo que conociste anoche a Gustavo Cerati?, insistentemente seguía preguntándole si estaba segura.
La interrogué sobre cómo era él, si en realidad era tan bello como yo lo veía, de qué habían hablado, y todos los detalles de su charla.
Me dijo que era un hombre muy joven, “es un pibe” ( fueron sus palabras), amable, buen conversador, hermoso físicamente y que le alcanzó a encender varios cigarrillos durante la noche, cosa que no pongo en duda en ningún momento, teniendo en cuenta el gusto de ambos por soplar humo.
Todo esto me sonaba tan emocionante.
Soda Stereo se encontraba por esos días en la gira Doble Vida, que promocionaba el álbum del mismo nombre, y ya se posicionaba como una de las bandas de rock en español más populares e influyentes de la historia.
Obligué a mi mamá a relatar cada detalle: me dijo que con Cerati conversaron sobre Colombia y La Argentina, obviamente sobre fútbol, hablaron sobre mi padre y sobre mí, le dijo además que yo era gran admiradora de su música, que estábamos pasando vacaciones en la ciudad y que íbamos con cierta regularidad.
Fue entonces, cuando de manera muy cordial e inesperada, el vocalista de Soda Stereo le dijo que al día siguiente (miércoles), tendrían otro concierto en la ciudad, que estábamos invitadas y que estaría más que feliz de que asistiéramos a ver a su grupo y divertirnos un rato.
Cerati aclaró que no tenía entradas de cortesía en ese momento con él, sin embargo, le dio todas las indicaciones para tener un lugar preferencial en el evento y la persona a contactar en el Superdomo para que organizara nuestro ingreso al estadio y demás temas logísticos.
Seguía sin dar crédito a lo que escuchaba. Tendría a Gustavo Cerati todo para mí, lo abrazaría, lo besaría, gritaría y perdería la compostura durante el concierto como cualquier adolescente. Y mi mamá no le pidió el autógrafo, no lo besó y abrazó, no averiguó su número de teléfono, no tomó una foto…sólo conversaron y fumaron juntos. También eso hubiera sido suficiente para mí.
– Mami, cuándo es que es el concierto?
-El viernes, me dijo ella (o creí entenderle yo).
Yo no hallaba la hora de que fuera viernes y empecé a pensar constantemente en eso. Pintaba como una gran y única experiencia y la cereza del pastel para terminar mis vacaciones de verano.
Por fin llegó el esperado viernes, fuimos al lugar del concierto a la hora indicada. Yo muy emocionada y mi madre complaciente. Llegamos al estadio y debo decir que se me hizo bastante extraño que todo se veía muy solo y silencioso. No había filas, no había gente, no se veía el movimiento de un gran concierto.
Dimos la vuelta varias veces en el auto en el que íbamos y decidimos que me bajara un momento para averiguar. Entre tanto, mi madre me miraba desde lejos. Me sentía algo confundida y hasta llegué a pensar que el evento había iniciado sin mí.
Repentinamente vi un cartel, un anuncio con las fechas de la gira en Mar del Plata. Me quise morirrrrrr cuando vi que el concierto había pasado dos días antes.
Subí al auto y entre lágrimas, reproché a mi madre mezclar las fechas de tan magno evento y tan horrible confusión que ya teníamos. Para ese momento, yo ya había armado todo un quilombo (lío, alboroto).
Mi mamá conoció a Cerati un martes, él la invitó a su concierto del día siguiente (miércoles), él mismo le indicó el día del evento, qué hacer, cómo ingresar, por quién preguntar, cada detalle… no sé por qué, ella quiso entender que era el viernes, o tal vez fui yo misma, (que vivo a la derecha de Júpiter) quien en algún momento de la historia trastocó la fecha. Todo se convirtió una anécdota, pero cada vez que lo recuerdo no puedo evitar agarrar mi cabeza a dos manos. Nuestra maravillosa cita y posterior tórrido romance quedó sólo en mi imaginación.
Asistí a casi todos los conciertos de Soda Stereo en Colombia, hasta embarazada fui, y siempre quedó en mi corazón el relato de mi madre de aquella noche en que conoció a Gustavo Cerati. Eso fue lo más cerca que lo tuve.
Ya no está él, ni el superdomo, ni esos bellos conciertos. Yo ahora desde un país del norte, añoro el tiempo de regresar a la Ciudad Feliz, ese bello balneario llamado Mar del Plata, ubicado en uno de los países más australes del mundo y al que no he regresado desde entonces.
Algún día, no me quedará más que visitar la tumba solitaria de Gustavo Adrián en el cementerio de la Chacarita en Buenos Aires. Recordarle que soy la hija de la señora colombiana despistada que conoció en Mar del Plata, y que lamento tanto, tanto, haber llegado dos días tarde a nuestra cita.
Porque es jueves de volver a lo que fue, lo que es…lo que siempre será. Porque Cerati es eterno y porque mañana cuatro de septiembre se cumplen seis años de su partida.