El fútbol: folclor, pasión y celebraciones que no debemos perder
“El que gana es el que goza”, dice Candanoza, y tiene toda la razón. El fútbol es una fiesta de emociones que trasciende el deporte: es color, folclor y pasión desbordada, tanto en el campo como en las tribunas. Sin embargo, parece que hoy vivimos en una época donde la celebración genuina de una victoria o un gol puede convertirse en un motivo de controversia. ¿Será que nos volvimos tan frágiles como para considerar cualquier gesto una “provocación”?
El fútbol siempre ha sido un espacio de catarsis, donde la euforia y la tristeza conviven de manera natural. Pero, por estos días, una simple celebración se convierte en un escándalo. Si un jugador expresa su alegría con un baile, un gesto o incluso una frase, es suficiente para abrir debates que terminan en sanciones absurdas. ¿Hemos olvidado que el fútbol es pasión y que esa alegría es parte del espectáculo?
Lo realmente preocupante no son las cargadas o los festejos en la cancha, sino la violencia que ocurre fuera de ella. Es indignante que sea más importante penalizar una “celebración provocadora” que enfrentar con firmeza las agresiones entre hinchas. En las afueras de los estadios, portar la camiseta equivocada puede costar la vida o dejar a alguien con heridas irreparables. Y lo peor es que, muchas veces, estas tragedias se resuelven otorgando puntos al equipo cuyos hinchas iniciaron la violencia, como si eso solucionara el problema de fondo.
El fútbol es alegría, tristeza, amor y rivalidad. Es normal que las emociones estén a flor de piel, pero no podemos permitir que se pierda ese folclor que lo hace único. Debemos condenar la violencia, no las celebraciones. Necesitamos recuperar el respeto por las diferencias y entender que el verdadero espíritu del fútbol radica en la pasión que genera, no en la censura de su colorido.
Al final, el que gana es el que goza, y ese gozo debe ser libre, respetuoso y, sobre todo, parte de la fiesta que todos amamos. No perdamos el folclor del fútbol, porque sin él, el deporte rey pierde su esencia.