Historias

El legado en la aguja

Juliette Uribe

Juliette Uribe

Practicante de comunicación social y periodismo- Universidad de Ibagué

La Real Academia Española define bordar como: “Adornar con bordaduras una tela u otra materia”. A su vez, la palabra bordadura la define como: “Labor de relieve ejecutada en tela o piel con aguja y diversas clases de hilo”. Pero, la definición de bordar que me parece más acertada para este caso, que también se encuentra en la RAE, es: “Ejecutar algo con arte y primor”.

Herencia y tradición

“La gente ha dejado la tradición por la facilidad que nos da la tecnología hoy día”, dijo mi abuela, Anargely Ruiz, mientras me enseñaba como bordar en punto cruz.  Efectivamente, el bordar a mano cuesta, no solo en el ámbito económico, sino también el físico. Varias veces me chucé los dedos con la aguja, se enredó el hilo en la tela, me olvidaba hacer el nudo inicial o final y se deshacía lo que había hecho, me equivocaba en una pequeña puntada y eso descuadraba todo lo demás por lo que tocaba volver a empezar; y a pesar de eso, mi abuela, con mucha paciencia, arreglaba cada uno de mis desastres.

Muchas personas no valoran las manualidades porque las consideran muy costosas y nada prácticas. Sin embargo, la costura y el bordado manual es lo que antes proveían de sustento a muchas familias. Y aún en la actualidad ocurre, pero no con tanta frecuencia ya que han sido desplazadas por las grandes fábricas. La facilidad de crear cualquier cosa con solo oprimir un botón y que a los minutos ya esté listo, ha desplazado el arte de lo que significa “hecho a mano”.

-Cuando yo estaba en el colegio me enseñaban costura, caligrafía, ciudadanía. Cosas que todos usan en la vida diaria. No como ahora que les enseñan cálculo, química, trigonometría… Eso la mayoría ni lo aplica.

-¿Y a los hombres también les enseñaban costura y tejido?

-No, a ellos los llevaban a un patio aparte y les enseñaban otras cosas. Pero no, no se consideraba normal enseñarles a coser. Aunque ahora no es raro que un hombre teja o cosa, pero no se ve con frecuencia.

Después de tantos años Ana, como le decimos a mi abuela de cariño, sigue bordando porque considera que las manualidades son su pasión, parte de su esencia. Y aunque a veces se canse de la vista o de las manos, ella sigue sentada en su sofá con su aguja, sus libritos de guía para punto de cruz (que, en medio de mi ignorancia, me parecía solo imágenes pixeladas), su tela aida (que es la perfecta para este tipo de bordadura) y sus hilos de distintos colores.

Foto: Juliette Uribe

La enseñanza del colibrí

En mi búsqueda por aprender más sobre el tejido encontré un lugar en el centro de la ciudad que, aparte de vender hilos, agujas y demás, daban clases de distintos bordados: El almacén El Colibrí. Su dueña desde hace más de 30 años es Martha Lucía Gómez, una mujer de semblante duro y serio, pero con mucha bondad y paciencia por brindar.

Fui a la clase de tejido a 2 agujas. En la clase había 4 mujeres mayores sentadas en círculo. Una de ellas era Martha, que estaba guiando a las demás. Me invitó a sentarme y me explicó los puntos iniciales para hacer una bufanda. Al principio, como todo en lo que alguien es novato, era confuso y doloroso ya que no estaba acostumbrada y tensaba demasiado las manos, pero conforme iba practicando fue más sencillo.

Ellas charlaban sobre cosas de sus vidas diarias, por lo visto, llevan yendo a aquellas clases ya mucho tiempo. Cuando ellas mismas decidieron incluirme en la conversación, aproveché a preguntar si se les hacía raro que yo estuviese allí.

-No mucho, ya han venido varias chicas a intentar aprender. Pero no es común que los jóvenes les interese esto. – Dijo una de las señoras cuyo nombre luego descubrí, Cecilia.

-Sí, a su generación les gusta tener todo rápido. No les gusta esperar. No tienen paciencia. – Apoyo otra de las mujeres, Eugenia.

-Este oficio es de un proceso largo, no se aprende de un día a otro – Dijo Martha, para después señalar lo poco que había logrado hacer en las enormes agujas que tenía en mis manos- Saca todo lo que ya tienes y vuélvelo a hacer desde cero, para que te lo aprendas bien.

-¿Consideran que el bordado sea un legado? –Pregunté mientras deshacía todas las puntadas de mis agujas.- Asintieron las 3.

Según ellas los tejidos y bordados se pasaban solo de generación en generación. Se quedaba meramente entre familia y se intentaba ser cuidadoso de que nadie más viera el tipo de bordado familiar. Todo lo hecho a mano: Los manteles, los cubrelechos, carpetas, etc., se intentaba ocultar del público para que nadie robara sus ideas. Cuando empezaron a salir los libros guías de tejido y costura es que se empezó a enseñar abiertamente.

Obra: Anargely Ruiz

Fabricando experiencia

El tejido ha tenido tal importancia histórica que antiguamente no solo las joyas y riquezas demostraban el estatus social de una familia, sino también los tejidos y bordados. Estos han sido usados para plasmar la cultura de muchas civilizaciones a lo largo de la historia mundial, como los romanos o egipcios. Aún hoy día en Colombia podemos ver esto. A Cartago, un municipio ubicado al norte del departamento del Valle del Cauca, se le denomina la Capital del bordado. Este conocimiento se ha transmitido a través de varias generaciones convirtiéndose en la tradición regional que es en la actualidad. Las familias enteras se dedican a esta industria artesanal, repartiendo entre las hijas, madres y abuelas las distintas tareas relacionadas con el diseño y el bordado que embellecen blusas, faldas, manteles, etc.

Esto lo supe al investigar más a fondo sobre esta práctica tan valiosa pero que, lamentablemente, pasa desapercibida. El aprendizaje y la enseñanza cultural no es considerado algo relevante para las nuevas generaciones. ¿Para qué sirve aprender a bordar? ¿Realmente es útil?

En mi poco tiempo aprendiendo a tejer me planteé una duda ¿por qué tenemos que categorizar una acción o actividad en si es útil o no? Muchas de las actividades humanas son inexplicables, se hacen sin un propósito social, solo por el hecho de que generan placer. El tejer al principio es tedioso, desgastante y doloroso. Sólo piensas en lo caro y aburrido que es, pero con el tiempo se le empieza tomar gusto. Claro, si las manualidades son del interés del practicante. Se vuelve relajante y adictivo. Varias de las mujeres a las que les pregunté, como mi abuela Ana o la señora Eugenia, me dijeron que era algo que las desestresaba y las entretenía. Y realmente no puedo estar más de acuerdo.

El bordado se considera un oficio de otra época. Pero al conocer como es el proceso y la trascendencia histórica de una ruana o una bufanda tejida a mano, simplemente no puede seguirse pasando por alto. La facilidad de todo en la actualidad nos hace admirar el producto final, pero ignorar el transcurso y desarrollo de lo que hubo antes de llegar a nuestras manos. Y a pesar de que el resultado de toda bordadura es precioso, deberíamos empezar a gozar del trayecto mismo para hacerlas. Como dijo Roberto Musso “El camino es mucho más disfrutable, mucho más emocionante, mucho más removedor que el llegar”.

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