Opinión

El machete del delfín

Juan Carlos Aguiar

Juan Carlos Aguiar

Periodista

Muy joven aprendí que un machete es el artefacto más importante para cualquier trabajo agrícola. La peinilla, como también lo llaman, es esencial para los campesinos colombianos, que la llevan con orgullo en su cintura mientras recorren veredas y poblados. Es su compañero fiel. Con machete en mano los colonos abrieron camino entre las selvas para darle paso a la industrialización y las grandes ciudades. Con el mismo separaron las malas hierbas y se protegieron de animales salvajes. 

Esta, es la herramienta que al parecer usa a diario Tomás Uribe Moreno, primogénito del expresidente Álvaro Uribe, quien lo dejó claro el pasado martes cuando en entrevista con W Radio aseguró que: “el Excel es el machete del empresario”. Estableció que está acostumbrado a cortar por aquí o por allá cuando algo no funciona en sus empresas, que no son pocas y algunas bastante cuestionadas, lo que daría para otra discusión. Son sus empresas y él tiene total libertad de hacer en ellas lo que mejor crea conveniente para garantizar su éxito, mientras le rinde cuentas solo a sus inversionistas. 

Otra cosa muy diferente es cuando el empresario Uribe Moreno propone usar el mismo machete, siguiendo con su analogía, para “reducir 30% la JEP” y así alimentar 500 mil niños, como escribió en su cuenta de Twitter, @tomasuribeEco, el pasado 28 de marzo. En la entrevista con La W fue más lejos y no le tembló la voz para afirmar que “es más práctico darles una amnistía total a esos guerrilleros que se desmovilizaron, la gran mayoría de buena fe, y que en un formulario por internet confiesen sus crímenes”. Como si la mala hierba o el animal salvaje fueran la JEP. 

Primero, me parece muy extraño que el delfín, a quien ya algunos sueñan con bombos y platillos como candidato presidencial del Centro Democrático para 2022, hable de “amnistía total” y nadie en su partido político, fundado por y para su padre, diga algo cuando esto ha sido el demonio para muchos de ellos. 

Lo segundo, y más importante todavía, es lo delicado que sería para el país y para su camino hacia la reconciliación, reducir o eliminar la JEP, justo ahora que comienza a entregar resultados contundentes. La Justicia Especial para la Paz apenas lleva tres años funcionando y ya ha dado pasos importantes que la justicia ordinaria no logró en décadas. Solo por poner algunos ejemplos, la acción de la JEP llevó a que por primera vez las Farc reconocieran la práctica del secuestro; se le diera un nuevo impulso al proceso por el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado; y, se revelara que entre 2002 y 2008 no fueron 2.248, sino al menos 6.402 los falsos positivos, que no son más que asesinatos cometidos por agentes del Estado. Lo curioso es que en esos seis años el presidente de Colombia era el padre de quien hoy propone acabar la JEP y reemplazarla por un formulario electrónico. ¿Será esa la razón para que el mejor camino sea darle machete? 

Horas más tarde, como una bofetada con guante de seda a quienes apoyan apoyarían al candidato del machete, llegó el reporte anual sobre derechos humanos de Estados Unidos. Un documento tajante que califica de eficaces las acciones de la JEP, especialmente las que responsabilizan “a los autores de graves violaciones de los derechos humanos en conformidad con el derecho internacional”. Es el primer reporte con Joe Biden como presidente, lo que es de mucha importancia. El nuevo inquilino de la Casa Blanca, y hombre más poderoso del mundo, ha sido enfático en su apoyo al proceso de paz, de donde surgió la JEP como instrumento para que de una vez por todas los colombianos conozcamos la verdad. 

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