Hacernos querer
No podemos negar que hoy, la tristeza embarga nuestro corazón colombiano. La ilusión por volver a levantar la Copa América después de 23 años, era absoluta y se escapó de nuestras manos. Infortunadamente, la suerte no estuvo a nuestro favor y, en el tiempo suplementario, fuimos derrotados por una Argentina que no fue mejor, pero sí supo hacer el gol.
Sin embargo, algo de verdad grave ocurrió previo al partido y no podemos hacer que los hechos pasen desapercibidos: los colombianos intentaron colarse al Hard Rock Stadium de Miami Gardens en Florida. Este mal comportamiento no sólo retrasó por más de una hora el inicio del partido, también habla pésimamente de lo que somos como ciudadanos, de cómo no nos acostumbramos al cumplimiento de las normas y de lo mucho que nos gusta desafiar a la autoridad, evidenciando que, cuando estamos masificados, somos incapaces de ser embajadores de nuestro país y de lo que realmente representamos como colombianos. Fuera de nuestro país, nos comportamos como desadaptados sociales, haciéndole creer al mundo que así es como entramos y llenamos el Nemesio Camacho El Campín de Bogotá, el Atanasio Girardot de Medellín o el Estadio Olímpico Pascual Guerrero de Cali, pasando por encima de quienes resguardan la seguridad del estadio, poniendo en riesgo hasta nuestra propia vida e integridad.
Y aunque muchos dirán, gracias a los vídeos que rodaron en redes sociales “los argentinos también”, ese no puede ser nuestro consuelo y, mucho menos, nuestra justificación para los hechos. Como colombianos, debemos considerar vergonzoso lo que hicieron nuestros compatriotas en el estadio de Miami, porque por todos es sabido la severidad con que los norteamericanos cuidan a su gente y las instalaciones, principalmente porque dicho cuidado es una muestra de su soberanía.
Nuestros padres tenían una frase o refrán: “Al pueblo que fueres, haz lo que vieres”, para recomendarnos seguir las costumbres establecidas en el lugar que se visitaba, porque lo que menos se quería era convertirse en una visita indeseada. Y quizás, eso fue lo que logramos en USA, sobre todo en un momento donde la permanencia de los latinos es bastante cuestionada, precisamente porque nuestro comportamiento no es el adecuado y los norteamericanos consideran que nuestra presencia permanente en su país, además, roba oportunidades a los nacionales.
Debemos aprender a ser más conscientes y empáticos en nuestro actuar. ¿Cómo nos sentimos cuando en Colombia, un extranjero incumple nuestras normas y afecta nuestra paz y buen vivir? ¿No hemos llegado a sentir, incluso, algo de xenofobia cuando un extranjero pasa por encima de nuestras reglas y afecta la paz de nuestro entorno? Entiendo el temperamento del colombiano, ese ímpetu por convertirlo todo en una aventura que contará a su familia y amigos cuando regrese a casa, pero ¿qué necesidad había de ir a dejar esa mala imagen en un evento internacional de semejante nivel? Lamento si lo estafaron con las boletas, pero ¿qué culpa tienen el Estadio o el evento?
Es triste que el buen fútbol de nuestros jugadores se vea opacado por este tipo de acciones de los hinchas. Lo de resaltar en el exterior debería ser la calidad de nuestro fútbol y la de nuestra gente, que se comporta a la altura de cualquier evento y se encarga, con su excelente proceder, de mejorar este tipo de competencias. Y después nos preguntamos por qué hay candidatos en otros países, que ganan presidencias prometiendo construir muros que mantendrán a raya a los extranjeros.