La normalización de la barbarie
Leer el informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, conocida como la Comisión de la Verdad es espeluznante. Las realidades que allí se narran son, cada una, más dura y difícil que la anterior, sobre todo cuando se piensa que, en muchos casos, los responsables no han pagado por sus crímenes y andan por ahí, quizás dispuestos a cometer más. Más de tres años se necesitaron para que las 30.000 víctimas compartieran sus devastadoras experiencias y, aunque para algunos todavía hay dudas sobre muchos aspectos, este es el comienzo para encontrar la verdad de lo que ha sido nuestra historia, rodeada por la tragedia y la barbarie.
Sin embargo, la reflexión que queda no es solo alrededor de la impunidad frente a los hechos, es sobre cómo nos acostumbramos a que estas situaciones se presentaran, una tras otra y en diversas regiones del país, sin hacerles frente o plantear una manera para erradicarlas. Obviamente, podemos entender que el miedo es gran responsable del por qué permitimos estas situaciones, pero, si lo pensamos ahora, normalizamos la barbarie en todos los puntos cardinales y eso no es lo correcto, sobre todo para quienes creemos que debemos dar o sembrar un ejemplo en las generaciones futuras. Ignorar lo que pasaba no hizo que las situaciones dejaran de presentarse, solo le abrió el campo a los infractores de la ley para que siguieran construyendo zonas del país donde reinaban la impunidad y la barbarie.
Además, me pregunto ¿no somos con nuestro silencio también, responsables de que las acciones ilegales e inhumanas continúen presentándose? Es ese silencio el que le da más poder al victimario para poder continuar agrediendo a la víctima y le facilita el encuentro de nuevas poblaciones para victimizar, porque sabe que su actuar será mantenido bajo la sombra por el miedo, permitiéndole actuar con total libertad nuevamente, una y otra vez, porque detrás de generar miedo hay objetivos económicos y hasta políticos que se desarrollan con total normalidad y en complacencia de quienes los presencian.
Nuestro silencio no puede seguir siendo cómplice de estos actos de la historia, donde los victimarios cuentan lo que le parece, firman Acuerdos de Paz o se desmovilizan y reingresan a la sociedad como si nunca le hubieran hecho nada a quienes la conforman, como si con su mano nunca la hubieran dañado. Creo que es hora de empezar a construir una nueva Colombia, la Colombia que está cimentada en el respeto por el otro, por sus ideas y su integridad; la Colombia que construye en la diferencia y que se prepara para no repetir sus errores del pasado. No podemos permitirnos seguir recibiendo confesiones a medias y pedidos de perdón que no ofrecen ningún tipo de reparación, mientras las verdaderas víctimas tienen que cambiar hasta de vida para poder continuar su destino. La verdad tiene que servirnos para saber qué ocurrió y no permitir que ocurra de nuevo.