La violencia que no se condena
Hace varios años atrás viví en carne propia la violencia ejercida por una turba de “delincuentes” amparados en el legítimo derecho de la protesta social, aún recuerdo como pese a que dentro del establecimiento se encontraban personas no tuvieron problema alguno en literalmente acabar con vidrios y demás elementos de la oficina, lo que más me terminó por doler fue esa falta de solidaridad de quienes como miembros de la sociedad no se pronunciaron en contra de dicho evento.
El pasado 9 de junio vimos a través de las redes sociales como ardían las oficinas en donde funcionan entre otras dependencias la rectoría de la universidad del Tolima, un acto que bajo cualquier óptica es una afrenta al derecho más sagrado que existe que es la vida, inmediatamente recordé lo que les conté en los renglones anteriores, sin embargo, estaba esperando el rechazo vehemente de la sociedad ante las acciones enunciadas, pero la sorpresa fue mayúscula cuando esos que profesan la defensa de los derechos ni una palabra esbozaron en contra de tan ruin hecho.
¿Acaso la única violencia repudiable para ellos es los que van en contra de sus intereses? ¿Qué pasaría si las oficinas desde donde lanzan sus reclamos (validos o no) fueran las que incendiaran? ¿Sin muertos no hay pronunciamientos? Recordemos que la universidad del Tolima es de todos y como tal debemos protegerla, es el sitio en donde confluyen todos las formas de pensar y es un lugar que debería estar al margen de la violencia que quieren imponer en nuestra institución educativa.