Historias

Lengua, libros y rosas

Martha Lucía Barbieri

Martha Lucía Barbieri

Comunicadora Social -Yo soy la que soy –

Sobreabundancia de información hay por esta época acerca del Día del Libro y del Idioma; charlas, presentaciones, artículos, opiniones sobre la palabra, las letras, y los libros. Periodistas, lingüistas, escritores, gente del común y algunos histriónicos y presuntuosos intelectuales que superan por muy poco la media del coeficiente del conocimiento, dan su parecer sobre la lengua, validando la palabra hablada, los fonemas, el mundo de la oralidad que fue nuestro primer mundo. También hacen lo propio con los grafemas, esos que están almacenados en estantes y anaqueles y que recuerdan nuestra historia. Cuántos sentimientos, ideas, creaciones, descubrimientos condensados en mamotretos arrumados en grandes aparadores. Cuántas ganas de publicar sin importar si es más para ostentar que para ser leído.   

Por estos días hay quienes conmemoramos y celebramos nuestra lengua y también hay quienes cuentan a los que no saben por qué el 23 de abril se celebra el Día del Idioma y el Día del Libro.     

Hoy siento compasión por la palabra, aquella que gallarda y estoicamente quisiera asegurar la inmortalidad de nuestro idioma y que sin embargo cambia constantemente a términos vagabundos y es pronunciada por algunos con desidia. Siento compasión porque de ser un elixir calmante y mágico ha llegado a convertirse algunas veces en sílabas abandonadas y carentes de interés y de sentido. La palabra ahora tantas veces insustancial, trasnochada y en desuso. Su efervescencia ha caído en el olvido, tanto que no hay siquiera elocuencia para conquistar, pocos saben enamorar con la palabra y con las letras. La palabra a veces desaliñada camina sonámbula en la melancolía y en el recuerdo de lo que algún día fue, ha perdido su exquisitez y anhela ser rescatada.    

También me compadezco de los libros, aunque no son débiles son frágiles, ellos han tenido percances, riesgos y dificultades. Reposan abundantes uno sobre el otro, uno al lado del otro, uno detrás del otro, estando tal vez junto al que no quieren, teniendo encima quizás al que los asfixia y posiblemente recónditos pasando desapercibidos una y otra vez y clamando a gritos ser tocados en sus acariciables curvaturas y queriendo avivar la pasión del lector para que sus páginas sean manoseadas y leídas, para que no se extinga el placer de devorarlos en la intimidad que nos ofrecen, para descifrar sus códigos y signos, la criptografía, el jeroglífico y cada mensaje oculto que hay en ellos. Para ser más que un libro de feria, de librería oculta, de biblioteca de viejo. 

Los valientes y entrañables libros, porque en nuestras entrañas reposan cuando los leemos, allí en el interior de nuestro tronco, en nuestro centro, en esa parte esencial de nuestro ser.    

The Last Bookstore – Los Ángeles (CA)- Foto: Martha Lucía Barbieri                                  

Por ser mañana 23 de abril viene además a mi memoria una leyenda: ésta refiere que en un reino había un dragón que tenía atemorizados a sus habitantes, para calmarlo decidieron entregarle dos corderos cada día. Cuando los animales comenzaron a escasear le ofrecían adicionalmente a una persona para apaciguar su hambre. Un día tuvo que ir la princesa, en ese momento apareció el caballero Sant Jordi quien mató al dragón y salvó la vida de la monarca.    

Se cuenta que de la sangre del dragón brotó un rosal con las rosas más rojas que jamás se habían vistoSant Jordi, arrancó una rosa y se la ofreció a la princesa. Es por esto que el 23 de abril en algunos lugares (como en Cataluña), se celebra adicionalmente al Día del Libro, el Día de San Jorge (Sant Jordi), en esta festividad equivalente a San Valentín, las parejas se intercambian rosas y libros.    

Hoy, mañana y cada día celebro la lengua, nuestro idioma, la palabra, festejo como se construye armónicamente con las diferentes mezclas y combinaciones de nuestro alfabeto. Celebro los fonemas y grafemas, la tinta, el papel, la pluma, afinada y certera, cada libro leído, el que aún es una ilusión, el que espera ser concebido, el que se está gestando y anhela ser parido y también aquellos que están todavía en el entrepaño.   

Porque es jueves de volver a lo que fue, lo que es, lo que siempre será… porque mañana 23 de abril es el día del Libro, del Idioma y de Sant Jordi, porque estadísticamente la palabra amor sigue siendo uno de los vocablos más bellos de la lengua castellana, porque estoy intercambiando libros y rosas. 

Rosetta Stone. British Museum. Londres – Foto: Martha Lucía Barbieri

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