Opinión

Mi vida es un milagro: ¡mis implantes mamarios casi me matan! Parte 1

Diana María Castillo Trujillo

Diana María Castillo Trujillo

Comunicadora Social – Esp en Política, Cultura y Educación – Master en Dirección de Recursos Humanos.

«Existe un riesgo de desarrollar un tipo de cáncer llamado linfoma anaplásico de células grandes, relacionado con un implante de mama (LACG-RIM) en la mama o el tejido cicatricial (cápsula) que rodea al implante»: FDA.

Sé que muchos de ustedes han leído acerca de mi dolorosa experiencia con los implantes mamarios y que, además, por medio de estas columnas, he pretendido informar y educar a muchas mujeres acerca de este tema tan complejo y controversial. Por eso, por medio de este artículo, quiero contar paso a paso lo que viví con la enfermedad de los implantes mamarios; espero sea de ayuda y guía a otras mujeres como yo, que por años no encontraban una respuesta a sus enfermedades.

Todo empezó con mis inseguridades de adolescente a los 19 años y decidí operarme. Era el médico de las reinas y no había riesgo alguno; todo estaba planeado, aunque mi mamá no estaba del todo convencida. Mi cirugía fue exitosa y con la bomba del dolor, manejé perfectamente mi postoperatorio. No recuerdo mucho de este entonces, pues mi parte cognitiva y memoria se vieron seriamente afectadas por esta enfermedad.

A los pocos meses noté que mi cuerpo empezaba a rechazar mis prótesis y cada vez el dolor era más insoportable. El término médico para este fenómeno se llama “contractura capsular”, donde tu cuerpo forma alrededor de cada implante una capa o especie de bolsa, que aísla ese cuerpo extraño y que tu sistema inmunológico lo reconoce como peligro.

Las contracturas capsulares en grado alto, entre más gruesa la cápsula se forma alrededor de tu prótesis, mayor dolor. La mía siempre fue grado 4 y dos veces me tuvieron que operar para retirarla sin éxito alguno porque se volvía a formar. Años después, harta del dolor e incomodidad que me ocasionaron, decidí cambiarlas por unos implantes “texturizados” que generaban menor posibilidad de encapsulamiento, y además por ir detrás del músculo, sus posibilidades se reducían a la mitad.

Antes de los implantes

Nací en una familia feliz, amada: mi mamá trabajó duro para que yo tuviera una niñez e infancia tranquila y sin sobresaltos. Como todas las mujeres en el mundo -y hombres también -, tenía mis complejos que no me dejaban en paz. Mi decisión apresurada, irresponsable y desinformada, me alejó de años de salud, una vida normal y apartarme de mis sueños. Siempre tuve buena memoria, fui buena estudiante en la universidad -en el colegio no-, sin ningún problema cognitivo o nada significativo en cuanto a mi salud; tenía una vida como toda adolescente; jamás me cansaba con nada y nunca tuve problemas respiratorios ni afecciones en la garganta, todo era normal. Siempre fui una niña alta y no muy delgada, pero sin problemas de tiroides ni metabólicos. Mis exámenes médicos siempre fueron normales, y a excepción de los implantes, jamás tuve otro proceso invasivo en mi cuerpo.

Con los implantes

Yo estaba “tranquila” al respecto; estaba convencida que la “contractura capsular”, era el menor de mis problemas. Empecé a notar dolores recurrentes de cabeza; aumento desmedido de peso; falta de respiración incluso sentada o acostada sin tener ninguna actividad; perdía mi memoria y recuerdos de mi vida en general; unas migrañas impresionantes y en mi embarazo, tuve ciertas complicaciones de salud, que cualquier médico veía como “normal”, pero que años después, develó lo contrario. En el segundo cambio de implantes, sentía tranquilidad porque ya nunca más se me encapsuló ningún implante. Durante mi postoperatorio en 2012, notaba que no podía cicatrizar; mi cuerpo estaba muy estresado porque me empecé a sentir sumamente agotada y mis heridas no cerraban. Pasaron tres meses para sanar, y en ese momento jamás llegué a imaginar que mi cuerpo en esa cirugía empezaría a colapsar.

Quiero contarles cuales fueron mis síntomas, debido que es la pregunta más recurrente que me hacen las niñas en mis redes sociales:
1. Asma.
2. Pérdida de memoria.
3. Dislexia.
4. Tiroides de Hashimoto.
5. Fatiga extrema.
6. Ataques de pánico.
7. Dificultad al respirar.
8. Garganta cerrada.
9. Cistitis.
10. Migraña.
11. Fotosensibilidad.
12. Sobrepeso.
13. Alergias.
14. Dolores de garganta.
15. Gripas muy fuertes.
16. Mareos.
17. Niveles altos de intoxicación por metales pesados.
18. Visión borrosa.
19. Náuseas.
20. Caída excesiva del pelo.
21. Insomnio.
22. Infecciones recurrentes.
23. Fatiga extrema.

Sin los implantes

Mi explantación fue a finales de agosto de este año. Seis horas después de mi cirugía, mi cara cambió del cielo a la tierra; eran impresionantes los cambios en mi cara, la hinchazón se había ido casi a la mitad. No lo podía creer; en muchas ocasiones, vi con escepticismo los cambios abrumadores que las niñas del grupo de Facebook mostraban.

Al sacarme los implantes volví a nacer y a respirar. Volviendo al día de la cirugía, donde estaba muy cargada física y emocionalmente, la anestesióloga me dijo que, debido a mi estado de salud, había mayor riesgo de no poder salir con vida del quirófano. Mi cabeza solamente puso la mirada en Dios y en un milagro para mi vida. Pero, ¿Cuál es la cirugía de explantación?, Se llama capsulectomía en bloque. Debido a las cápsulas que se forman al rededor del implante (ellas a su vez se afincan en los tejidos del músculo y se convierte en una cirugía mayor o de alto riesgo, por su grado de complejidad) el médico debe tener mucha pericia y precisión a la hora de hacer los cortes y sacar la cápsula entera, pues ella albergó todo este tiempo bacterias que se formaron dentro de la cápsula y el implante, los residuos de silicona y los metales pesados. Ya ha habido casos médicamente comprobados, que a las pacientes que les han dejado adentro las cápsulas, siguen enfermas. Por lo tanto, es una cirugía muy costosa, de difícil acceso y que se requiere un médico experto en explantar, haciéndolo de la manera correcta, además de hacer un buen trabajo en reconstrucción porque no es una intervención estética, sino reconstructiva.

¿Cómo me enteré de la enfermedad de los implantes mamarios? Se preguntarán. Cansada de ir durante años a cientos de médicos, entre esos endocrinológicos, internistas, familiares, generales, urólogos y demás, solo pedía a Dios una respuesta a mis patologías que me tenían al borde de una depresión severa. Un día, entré a YouTube y me topé con un video de una beauty blogger llamada Rosy McMichael, donde en una hora y media, narraba con lágrimas el horror que le habían causado a su salud sus implantes mamarios. Yo quedé impactada; no podía creer que todo este tiempo había dormido con el enemigo y no tenía idea que todos mis males, eran causados por ellos.

Horas después de intentar asimilar lo que me estaba pasando, empecé a atar cabos en medio de mi dificultad para pensar; tenía una nube en mi cabeza constantemente, donde me sentía atascada a la hora de hablar y razonar; olvidada cómo se llamaban las cosas, no pude volver a ejercer mi profesión y el solo hecho de pensar qué ponerme o bañarme, me robaba a la energía del día entero.
Sí, este es el Síndrome de Asía: una enfermedad silenciosa, pero mortal.

Continuará…

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