Negros, viejos, ambiente…algo cambia
Los cambios sociales, culturales o comportamentales casi siempre se producen sutilmente, sin mucha notoriedad o ruido, hasta que son lo bastante evidentes para tratar de detenerlos y comprenderlos; son lentos e indetectables hasta el momento en que se producen los llamados estallidos o puntos de no retorno evidentes generados al juntarse un cúmulo de situaciones y circunstancias, dicen los sociólogos.
En Colombia parecemos estar asistiendo de a poquito a esos cambios que apenas comienzan. Y no tienen que ver única y exclusivamente con el llamado inconformismo social, las manifestaciones públicas, las protestas en calle, el activismo de los jóvenes, el espacio que ganan movimientos alternativos, ambientalistas, etc, sino también al reclamo creciente desde muchas esquinas ideológicas de que la nación somos todos, que es el territorio entero con sus marcadas diferencias culturales, topográficas y económicas; que el centralismo político-ejecutivo es un fracaso evidente y el país no puede seguir pensándose, planificándose y administrándose erróneamente, como hasta ahora se ha hecho, desde Bogotá en frías y acolchadas poltronas.
Que apelar al viejo y manido discurso en defensa de las instituciones, por demás históricamente estéril en cuanto impactar positivamente para lograr una buena vida de la mayoría de compatriotas, como si se tratara de recitar un mantra “sagrado” pero realmente inoficioso, cada vez tiene menos cabida y credibilidad ante la contundente realidad del atraso en todos los sectores del país, la pobreza, la inequidad y desigualdad.
Por ello, que públicamente ahora en el escenario político electoral actual se dé cabida a la comunidad afrocolombiana para luchar por ocupar puestos de relevancia y poder en el andamiaje gubernamental es positivo. Ser negro se puso de moda, no hay duda, lo cual habla bien de todos nosotros como sociedad (cinco de los 8 candidatos a “vices” son de esa comunidad y del suroeste colombiano). Lo mismo que habla bien el hecho de haber tenido en escena del debate nacional a representantes de comunidades indígenas, no como simple anécdota, si no como quien tiene derecho a expresar y expresarse desde su identidad ancestral. Claro, es una manera de dar un mensaje de inclusión, de reivindicación a territorios y comunidades históricamente ninguneados y condenas al ostracismo gubernamental del establecimiento, pero también de buscar nuevos votos, sus votos, de eso se trata la democracia. Y, por su puesto, destacar que cada vez más hay más mujeres aguerridas como protagonistas de primer orden en la contienda electoral.
También nos señala un pequeño cambio en la sociedad colombiana el hecho de que a una persona de la tercera edad, que ya casi cumple 80 años, se le escuche y se le siga, como es el caso del candidato presidencial Hernández ex alcalde de Bucaramanga, quien está participando activamente y con reconocimiento.
Claro no vamos a dejar de la noche a la mañana de ser una sociedad “goda”, pero sí se observan pequeñas cosas que muestran una apertura en actitudes, comportamientos, decisiones, respeto por la diferencia y mayor espacio a las minorías. De comenzar a no ver la disimilitud como una amenaza porque no se le entiende, comprende o se parece a lo que se pensemos o estamos acostumbrados.
El camino por recorrer aún es largo, pedregoso y quizá tortuoso, pero pareciera que ya inició. Incluso en los propios debates presidenciales se empiezan a abordar, por exigencia ciudadana y así sea superficialmente, temas como las distintas concepciones de “desarrollo”, nuevas mediciones del mismo, estados de bienestar, conservación del agua, producción más limpia y responsable, seguridad alimentaria, innovación, tecnología, reducir el centralismo, mayor autonomía regional, disminuir la injerencia de los partidos en procesos de participación democrática ciudadana local, entre otros; en fin, temas que son el interés de muchos en estos tiempos de cambios y nuevas realidades.