“No creo que debamos renunciar a la terapia”
Natalia Herrera es una psicóloga de 29 años que se ha dedicado a tratar personas que, en su mayoría, padecen de ansiedad y depresión. Estudió la carrera en la Universidad de Ibagué, de donde se graduó en el año 2016 y, actualmente, cuenta con 6 años de experiencia dentro de este campo. Asimismo, realizó un curso de prevención de suicidio con la fundación Rescatando Vidas y un diplomado internacional en Psicoterapia de Tiempo Limitado, ofertado por TECH Universidad Tecnológica. Cabe resaltar que está por lanzar un curso en Ibagué, en el mes de octubre.
¿Por qué decidiste estudiar psicología?
Yo quise estudiar Psicología porque a mí no me gustaban las matemáticas. Primero, entré a Derecho, hice un semestre, y no me gustó. Luego, entré a Psicología sin que fuera un sueño estudiarlo, pero me enamoré; yo amé estudiar.
¿Qué tipo de pacientes sueles tratar?
Yo casi todos los pacientes que he recibido tienen ansiedad y depresión. He visto que todos tenemos un poco de vacío con el tema de autoestima y estos trastornos pueden llegar a ese punto. Si le pregunto a alguien qué es autoestima, te contestará que es quererse a uno mismo, entonces, yo preguntaré: “¿Cómo puedes fomentar esa autoestima en ti?“, y dirán: “Yo no sé”. No es algo que te enseñen y eso hace que tengas muchos problemas en tu vida, porque no sabes poner límites, no sabes decir no. También, a nadie se le enseñó a ser mamá y papá. Tú vas pasando esos traumas a tus hijos y así, sucesivamente.
¿Por qué decidiste enfocarte en el trastorno de ansiedad?
Yo empecé a sufrir de ansiedad cuando me estaba graduando, era mi último semestre. A mí no me pasaba eso y yo me preguntaba: “¿Yo qué tengo? No entiendo qué pasa conmigo”, empiezo a mirar y concluyo que tengo ansiedad. Es muy curioso porque, cuando yo era estudiante, solía decir que eso no era lógico. ¿Cómo una persona va a sentir eso, si no está pasando? Sin embargo, cuando yo lo empiezo a vivir, es terrible lo que se siente; te dan ataques de pánico, sientes que te vas a morir, que te estas ahogando, o que te va a dar un infarto.
Cuando llegué a Estados Unidos, me empezó a dar más, entonces, me enfoqué en estudiar eso. No hablo de estudiar de hacer una especialización, sino de leer mucho sobre el tema. Cada vez me sentía mejor al aprender cosas que eran para mí. No obstante, fui al psicólogo después de toda mi etapa difícil. Ahí, dije: “Yo tengo que ayudar a las personas que pasan por esto”, porque es algo silencioso.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en el curso ´Sanando mi niño interior´, que trata acerca de las heridas de infancia. Durante esta etapa, hemos tenido una serie de traumas o situaciones por las que hemos pasado y han quedado allí emociones o cosas reprimidas que, luego, se empiezan a manifestar en nuestro yo adulto.
¿Cómo nos damos cuenta cuando estamos actuando como ese niño herido y no como adulto?
Es porque tenemos reacciones muy instantáneas y automáticas que no quisiéramos tener. Por ejemplo, cuando tú le gritas a alguien o explotas cuando dices cosas. Hay momentos que tú sientes que no eres muy consciente de tu actuar y quisieras no haber dicho eso. Estás actuando bajos esos vacíos y problemas que hubo en tu infancia, y no lograste solucionar. Este curso va buscando qué cosas fueron las que no pudiste resolver.
¿Qué ejemplos de infancia puedes dar?
Entonces, hablamos de unas heridas primarias, por ejemplo, alguien se murió muy cercano a ti (padre o madre), lo más normal es que hubieras obtenido apoyo de tus familiares o personas alrededor y no recibiste eso, sino al contrario, recibiste soledad; que te mandaran a otro lado o que te cuidara otra persona, esa es una herida. Al darte cuenta de esas heridas, vas a ser más consciente y vas a lograr que ese adulto mayor actúe más en tu vida y no seas ese niño dependiente; porque ahí es cuando vemos trastornos alimenticios, ansiedad, depresión, miedos…
¿Qué dinámica tiene el curso?
Este curso tiene una duración de dos horas, es online, pero ese curso ya lo he hecho en Estados Unidos y quiero empezar a hacerlo acá. No tengo la fecha, pero el mes sí, será en octubre y quiero empezar a promocionarlo. Acá ya lo he hecho online, pero quiero hacerlo presencial. Cuando todo el tema emocional es presencial, hay mucha más atención y, al estar detrás de una pantalla, todo se hace un poco más complicado.
¿Por qué te fuiste a Estados Unidos?
Yo me fui a Estados Unidos en el 2018 a estudiar inglés, pero allá trabajé un poco. Fue curioso porque yo no iba a trabajar allá, en realidad, iba a estudiar. Hablaba con gente y me preguntaba: “¿Tú qué eres?”, y yo les decía que era psicóloga, entonces, me comentaban: “Ay, mira que yo tengo una amiga…”, así que fue de boca en boca.
¿Cómo fue tu trabajo en EE. UU.?
Allá pasa que a las personas les gusta mucho más el tema psicológico, son más abiertas. Sin embargo, es muy costoso. Entonces, un curso de esos te puede valer 600 dólares, mientras que yo lo doy a 150 o 200 mil pesos acá (Colombia). Así que, comencé a hablar sobre el curso y, cuando tuve un mínimo de 20 personas, empecé a hacerlo. De hecho, ahorita el 3 de octubre voy a hacer otro y es en las Vegas.
¿Por qué regresaste a Colombia?
Yo muchas veces he ido y regresado, pero esta vez iba a volver para llevarme todos mis papeles. Vine a quedarme un tiempo con mi familia por tres meses y ahí fue que empezó la pandemia. Luego, conocí la pareja que ahora tengo. Fue una historia así: “Nos vamos a vivir juntos y nos vamos a casar”.
¿Qué diferencias hay entre tus pacientes de EE. UU. y de Colombia?
Yo creo que allá se ve mucho la soledad, en cambio, aquí es muy diferente; acá puedes tener un trabajo, puedes hacer muchas cosas, y aun así tienes amigos. Allá tu vida literalmente es tu pareja, todo el mundo está enfocado en el trabajo, y las personas se van de sus casas muy jóvenes. Por lo tanto, ya no tienes ese apoyo familiar, así que, cuando tienes algún tipo de ansiedad o depresión, no tienes un grupo de apoyo, y eso hace que todo sea más difícil. Acá somos más sociables; si tienes algún problema, te vas a vivir donde un familiar, alguien te recibe. Cuando haces terapia, lo primero que miras es el grupo de apoyo, entonces, si no hay uno, eso hace que la terapia sea el doble de difícil.
¿Qué piensas sobre afirmaciones como “los psicólogos no sirven para nada”?
Siempre les digo a todos mis pacientes cuando los veo la primera vez es que, si no creen que yo sea la persona adecuada, deben buscar a otra persona. Eso no quiere decir que no sirvamos, simplemente, uno va al odontólogo, no le gustó, y se cambia. Tú no estás diciendo: “Nunca voy más al odontólogo porque no funciona”, tú tienes que ir porque tienes mal la muela y buscas a uno que te guste. Eso no pasa con la psicología, las personas van al primero, no les fue bien y ya no vuelven. No creo que debamos renunciar a la terapia porque no nos gustó la persona que conocimos por primera vez.
¿Qué piensas sobre las personas que son tratadas por un psicólogo y un psiquiatra al mismo tiempo?
Es una buena dinámica, lo que pasa es que a veces no se está muy en conjunto y creo que ese es el error. No sé por qué las personas van primero al psiquiatra; piensan que los medicamentos van a solucionar esos problemas y no van al psicólogo. Creen que, si van a uno, no deben ir al otro y no es así. Hay cosas que sí se pueden solucionar solo con psicología, aunque, uno como psicólogo se da cuenta cuándo esa persona necesita ir al psiquiatra. También, hay personas que no entienden la diferencia, algunos asumen que es lo mismo.
¿Es verdad que los jóvenes de hoy en día son la ´generación de cristal´?
No estoy de acuerdo, no creo que haya más fuertes o más débiles, simplemente, nos hemos abierto más a esos temas y el hecho de que haya más visión frente a eso hace que exprese más tus sentimientos. No es que nuestros abuelos no eran débiles porque no se separaban, no estaban tristes, sino que, ante el mundo, estaba mal separarse. También, si uno dice que está triste, entonces, es un problema porque vemos las emociones como malas, y así es el ser humano. Debemos aprender a ver la tristeza como algo normal y no temerle.