Opinión

No les dan casa por cárcel (En fin, la hipocresía)

 Luis Carlos Rojas García Kaell de Cerpa

Luis Carlos Rojas García Kaell de Cerpa

Escritor

Antes de venir a vivir a este paraíso de hipocresías y de pajazos mentales, me di a la tarea de averiguar un poco sobre la realidad del país; de hecho, quería saber si era cierto todas las maravillas que contaban sobre el mismo, porque, como buen periodista colombiano y gracias a las enseñanzas de la abuela, siempre he sabido que de eso bueno, no dan tanto.

Mi investigación se dio en una línea que abordó, desde lectura de documentos, hasta diálogos con inmigrantes que llevaban muchos años aquí; debo decir que, en algún momento de la misma, tomé la sería decisión de no viajar, porque, el resultado de la anterior investigación arrojó que el paraíso no era más que una ilusión, una suerte de familia de bien atiborrada de pecados espantosos, que van guardando bajo la alfombra, bajo la nieve o detrás de las paredes, para que los recién llegados se maravillen con la decoración de la inmensa casa en la que miles anhelan  vivir.

Por supuesto, y como buen testarudo, tomé el riesgo y me vine a vivir la experiencia y en efecto, he podido comprobar que más allá de los dólares, la vida aquí es a otro precio, uno muy alto. Tan alto que tal vez por eso, las críticas que he recibido por contar la realidad me siguen resbalando, porque el tiempo me sigue dando la razón y no es para menos.

Pues bien, dentro de las miserias y los temas chocarreros que se viven en este lugar, nos encontramos con uno que raya en la hipocresía elevada a la máxima potencia; algo así como los carteles que dicen “tolerancia cero con el racismo” y racismo es lo que hay y en cantidades alarmantes.

Resulta que hay una Ley de Inmigración y Protección de Refugiados, que se encarga de meter a la cárcel a inmigrantes por tema de papeles (HA LEÍDO BIEN: PAPELES) lo más espantoso de dicha ley es que a los inmigrantes, independientemente que no hayan cometido delitos, los meten a cárceles de máxima seguridad y los someten a tratos inhumanos como revisiones anales totalmente desnudos entre otra cosas, como lo denunció hace poco Tyron Richard, un inmigrante que fue tratado como si fuese un criminal de lo peor.

Richard y otros, han instaurado una demanda contra el gobierno que, por el momento, va por buen camino. Espero que se haga justicia frente a la injusticia.

Ahora bien, para completar la espantosa práctica, el señor gobierno les paga a las provincias para que estas hagan la tarea bien hecha. Sin embargo, en el último mes varias provincias han decido romper el escabroso contrato, porque, aseguran, y con justa razón, que esa practica viola la carta de derechos humamos de este paraíso que esconde su podredumbre bajo la nieve.

Recuerdo entonces que, mientras investigaba sobre la vida aquí, un inmigrante de esos que, todo lo ve color de rosa, me dijo que vivir aquí era tan bueno, que a su hijo lo habían metido a la cárcel por una pelea con un nacional y que las cárceles aquí eran un remanso de paz, en donde los reclusos jugaban PlayStation, comían a la carta, tenían su portátil en las celdas cuyas camitas estaban todas arregladitas y las ventanitas tenían una maravillosa vista al río; mejor dicho, ni los políticos corruptos colombianos, ni los capos, se han llegado a dar una vida semejante como la de un preso en el paraíso.

En resumidas cuentas mis queridos lectores, a los inmigrantes no les dan casa por cárcel y aunque muchos se ofendan por contar estas cosas, debo decir que es la realidad y que todas estas situaciones nos invitan a ser críticos con este gobierno y con esta sociedad ya que mañana puede ser usted o uno de los suyos y si usted sigue pensando que todo es tan maravillosito que aquí no pasa nada se puede estrellar porque… cada cosa que ocurre: ¡Es un Hecho Sam!

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