Opinión

Sembrar vientos, cosechar tempestades

Nelson Germán Sánchez Pérez -Gersan-

Nelson Germán Sánchez Pérez -Gersan-

A pocas horas de haber conocido el nombre del nuevo presidente de Colombia y su fórmula vicepresidencial es necesario que hagamos algunas reflexiones para no llamarnos a engaños ni falsas ilusiones sobre los cambios estructurales que todos anhelamos y por los cuales votamos. Serán cuatro años duros para el país en casi todos los aspectos porque poca plata para invertir hay; además, la corrupción hizo metástasis en las tres ramas del poder público, la deuda financiera y social sigue siendo enorme, la economía no crece como se esperaba, la inflación, el IPC y la devaluación mantienen su espada amenazante sobre ingresos y niveles de bienestar colectivo, en especial de los más pobres.

En el país profundo –como les gusta llamarlo a algunos para lucir de intelectuales- no es que la pólvora se haya mojado, es que la mecha del barril de la explosión social se hizo más lenta, pero sigue latente y avanza sin detenerse para hacer de nuevo “boom” más temprano que tarde, seguramente apenas terminen los festejos y fuegos artificiales de la emoción por el triunfo y la realidad nos aterrice de nuevo.

Porque temas transcendentales como el combate frontal contra la delincuencia y la inseguridad que en especial golpea las ciudades quedó por fuera de toda discusión presidencial, lo mismo que la reforma agraria o rural estructural, la democratización de la oferta financiera y bancaria que hoy es un negocio de 8 que asfixia en altos intereses a millones de ciudadanos y a empresas o el qué hacer con la deteriorada salud mental de los colombianos, como algunos de esos temas cruciales en los cuales nos quedaron debiendo los dos candidatos y por ende el hoy Presidente electo.

Me disculparán la sinceridad pero, así mismo, creo que para el ejercicio periodístico, de la opinión, la crítica, el análisis y la investigación informativa de los actos y decisiones del nuevo gobierno central, sea de quien sea, existe un alto riesgo de censura, constreñimiento, persecución, estigmatización, cárcel y hasta muerte. Podrá parecer exagerado. pero por los grupos de fanáticos gatilleros en redes sociales que todos vimos actuar en esta segunda vuelta presidencial de lado y lado, seguramente más de un venático quedó suelto, que querrá lucirse ante su mesías con nueva  banda presidencial y demostrarle su amor infinito pasando de lo virtual o lo real con uno que otro atentado a la integridad física de los periodistas y opinadores. Claro, alimentado por las descalificaciones que fueron ampliamente difundidas sin pudor por los dos candidatos y sus familiares hacia las y los periodistas.

Por su puesto, lo políticamente correcto, por decoro y protocolo, sería no hablar de esto, ocultarlo, pasarlo por alto cerrar los ojos y decir que entramos como Alicia al País de las Maravillas, que llegaron los ríos de leche y miel, y que en 24 horas hubo una transformación total y literal de quien ocupará la Casa de Nariño, quizá por obra y gracia del Espíritu Santo dado un país católico como el nuestro. El problema es que estamos hablando de políticos que demostraron a lo largo y ancho de esta carrera presidencial de lo que realmente y en esencia están hechos y que ya sabemos no es nada bueno y menos en el ejercicio del poder. Ojalá me equivoqué, pero estoy seguro que así será.

Lo que sí nos corresponde a todos los colombianos de hoy en adelante es pensar y actuar institucionalmente, para que se garanticen los ejercicios individuales y personales ganados hasta el momento, los avances en derechos colectivos y el respeto a la vida, la libertad, la propiedad privada, el pensar diferente, se respeten los bienes públicos, entre muchos otros aspectos. Desde nuestra órbita personal ayudar a construir un mejor país, una sociedad más equitativa, solidaria, diversa y responsable que dé ejemplo al gobernante y presione su actuar en beneficio de todos. Nos toca mantener un pensamiento crítico y analítico para no tragar entero, descubrir las trampas desde el nuevo-viejo poder y exigir desde nuestra órbita que se actúen bien y sin corrupción.

Apoyar y contribuir en todo aquello que en verdad represente un cambio positivo hacia adelante y para mejorar las condiciones socioeconómicas de todos, que sean impulsadas por el mandatario nacional y su equipo de gobierno, porque nada se saca y se logra con una actitud simplemente beligerante, contestataria o de atravesarse porque sí a cualquier iniciativa, plan, idea o proyecto sin ni siquiera conocerla o estudiarla.  Hay que ser claros, si al nuevo Presidente le va bien a todos nos puede ir bien. La campaña terminó y el que ganó, ganó. Por eso, es menester desearle buen viento y buena mar. Y desacostumbrémonos al iniciar un nuevo mandato a estar sembrando vientos para cosechar tempestades.

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