Tanto va el cántaro al agua

Es un secreto a voces que la inmigración está plagada de mentiras y triquiñuelas que van desde inventar historias de amenazas en las tierras de origen, matrimonios falsos o pagarle a instituciones educativas o agencias para que ayuden a entrar a la gente y de esta manera poderse quedar de forma “legal” en el país, sin contar otros asuntos de grandes ligas.
Entonces, me atrevo a decir que quieran o no, cada país cuenta con sus propios coyotes (entiéndase el seudónimo que se le da a las personas que ayudan a entrar de manera ilegal a otras a la tierra enferma del tío Samuel) coyotes malencarados, de sonrisas gentiles y hasta de cuello blanco; pero, para cada coyote hay un cazador esperándolo.
Pues bien, el paraíso, como lo conocen muchos, no es la excepción. Por estas tierras frías abundan las historias poco convincentes de personas que llegaron y se transformaron en los mejores actores que ningún otro lugar haya visto; también, encontramos historias de instituciones educativas, si así se les puede llamar, que convirtieron el tema de la inmigración en un autentico negocio de gallinitas de huevos de oro.
Por supuesto, todo lo que huela a inmigrantes ya es lucrativo en sí para los países, por más terrible que parezca la situación, y por más que le quieran hacer creer a los pueblos, que reciben gente de otros lados, que todo se trata única y exclusivamente de asuntos humanitarios.
Sí, la inmigración es un negocio de grandes magnitudes y en muchos lugares le han dado la potestad de ser la salvación, la mejor opción y hasta la mismísima entrada al reino de los cielos. Sin embargo, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.
Así es, tal como pasó en la tierra del tío Samuel en donde los matrimonios falsos prendieron las alarmas y ahora no es así nada más que la gente se casa y ya tiene papeles, en la tierra fría del norte se prendieron las alarmas hace un tiempo por la desmedida entrada de estudiantes internacionales que, si bien es cierto dejan un dineral en el país, también es cierto que al país no le conviene ponerla tan fácil ya que, como lo he dicho antes, entre más difícil sea la entrada, más van a querer pagar por entrar y eso, en un lugar en donde la mano de obra escasea y en donde los estudiantes internacionales generan ingresos iguales o más elevados que la industria automotriz o de maderas, ya es mucho cuento.
Hace unos meses comenzaron a rodas por las redes sociales diferentes artículos en donde se denunciaba la manera cómo cientos de instituciones educativas se la ponían de papaya a la gente que tuviera con qué pagar un curso y luego demandar residencia.
A esto se sumó un gran escándalo en donde quedó en evidencia cómo personas inescrupulosas se dedicaban a vender las entradas al país por medio de estudio. Muchas personas sabían del asunto y otras cayeron en la trampa, quedando en el limbo una vez el gobierno tomó cartas en el asunto.
Pues bien, como ya lo he explicado antes, Canadá y Québec son dos cosas distintas dentro de un mismo territorio. Inicialmente Canadá tomó medidas en lo antes nombrado y ahora le tocó el turno a Québec de ponerse serio con los temas de los estudiantes internacionales, aunque, tanto Canadá y Québec siguen recibiendo a diario cientos de personas que demandan acilo, algunas con historias reales y otras con cuentos por el estilo de Caso Cerrado o Laura en América, entre otras.
En resumidas cuentas, lo que está sucediendo no es raro, las nuevas leyes de los dos gobiernos están orientadas a poner en cintura a estas instituciones que se prestaron para dicha situación y van a exigirle a las personas que solo van a poder estudiar en instituciones educativas reglamentadas y avaladas por los gobiernos. Además, se van a poner más exigentes con el tema del idioma, teniendo en cuenta la batalla titánica que tiene Québec con el francés.
A diferencia del país vecino, el sistema de Canadá y Québec está diseñado para realizar procesos de manera legal que, pareciera es fácil, pero, que tiene sus exigencias. Mientras que, en el otro lado, pareciera que todo se ajusta para quedarse allí viviendo con documentos falsos y demás con una facilidad que aterra. Tal vez por eso es que aquí, en el paraíso, se toman en serio la mentira, aunque las dejan pasar de vez en cuando, muchas veces, por cierto.
Como sea, el golpe será duro para quienes pretendían cumplir su sueño canadiense por medio de un estudio en la gran mayoría de los casos mediocre y sin proyección real así como así; y estoy seguro que cuando la demanda de refugio deje de ser tan lucrativa, ocurrirá exactamente lo mismo. Solo es cuestión de tiempo.




