Todo listo para el Cónclave: el mundo espera al sucesor de Pedro

A partir del próximo 7 de mayo, la Capilla Sixtina volverá a cerrarse al mundo exterior para albergar el 76º Cónclave de la historia de la Iglesia. En este recinto sagrado, bajo la mirada imponente del Juicio Final de Miguel Ángel, los cardenales electores elegirán al nuevo Papa, el 267º sucesor de Pedro.
La palabra «Cónclave», del latín cum clave («con llave»), alude al carácter reservado del proceso. Este rito, que comenzó a tomar forma en el siglo XIII, fue oficialmente instituido por el Papa Gregorio X con la Constitución Ubi periculum en 1274, tras la experiencia del prolongado Cónclave de Viterbo, que duró casi tres años. Desde entonces, la Iglesia ha refinado el proceso con el paso de los siglos.
El Papa Nicolás II, en 1059, restringió el derecho de elegir al Pontífice exclusivamente a los cardenales, y Alejandro III estableció en 1179 la necesidad de una mayoría de dos tercios, norma que se mantiene vigente hasta hoy. A lo largo del tiempo, documentos clave como la Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II (1996) y su modificación por Benedicto XVI en 2013, han dado forma a la estructura actual del Cónclave.
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Las votaciones se realizan en secreto y, si después de 34 rondas no se elige a un Papa, los cardenales deben decidir entre los dos nombres más votados, manteniendo siempre la mayoría calificada.
Esta elección se celebra en la Capilla Sixtina no solo por su seguridad, sino también por su valor simbólico. Juan Pablo II la describió como la Via Pulchritudinis («camino de la belleza»), capaz de elevar el espíritu hacia lo eterno.
A pocos días de su inicio, el mundo espera expectante el anuncio del Habemus Papam. Mientras tanto, la Capilla Sixtina se convierte en el corazón de la Iglesia universal, donde la historia y la fe se entrelazan para dar paso al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos.




