Un triunfo pronosticado
Marcos 11: 9-10
Tanto los que iban delante como los que iban detrás gritaban:
—¡Hosanna!
—¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
—¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David!
—¡Hosanna en las alturas!
Hace más de 2000 años, ocurrió en la entrada de Jerusalén, un acontecimiento que marcaría la historia, algo que en su momento parecía un hecho sencillo, sin mucho aspaviento, sin publicidad, sin carteles, sin semanas previas de anuncios; pero que se convertiría en un momento histórico y recordado por la gran mayoría: “La entrada triunfal”.
En los cuatro evangelios de la Biblia, se encuentra registrada esa entrada, que se dio con la llegada de Jesús, rodeado de sus 12 acompañantes del Staff santo y de los demás discípulos que lo seguían donde iba, escuchando sus enseñanzas y siendo testigos de sus milagros. Son estos precisamente quienes empiezan a vitorear su entrada, después de que dos de ellos fueran a traerle el móvil de cuatro patas que lo llevaría a entrar como Rey.
Mientras la gente esperaba un Mesías con poderío Militar y violento, tal vez en un caballo de corte guerrero, que los liberara a la fuerza, con estrategias milicianas o tal vez un caudillo político que con ideales resultadistas les mostrara la libertad del yugo Romano; se dio algo diferente, el Rey era infinitamente más que tal cosa vana y malvada, era la paz hecha hombre, el Rey entró en un pollino (un burro pequeño) que nunca antes había sido montado; estaba reservado para el único libertador.
Lucas 19: 29-30
29 Cuando se acercó a Betfagué y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: 30 «Vayan a la aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá.
Ese burro al contrario del caballo de guerra; es paz, un símbolo pacífico y humilde de un Rey eterno, del libertador de una esclavitud mucho más terrible que la de pagar tributo al César, la libertad de la esclavitud del pecado; es el móvil de un príncipe que traería paz, pero no como la que anuncia el mundo.
Juan 14:27
La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
Una paz que quita todo temor, que es inexplicable para nuestro corto y burdo entendimiento. Era la entrada triunfal de un ser superior, que lloró antes de ingresar pues sabía del rechazo posterior, y sabía que esos que le vitoreaban y movían ramas efusivamente, serían los que aun con más efusividad pedirían su crucifixión. Lloró no por ese dolor que le causaría la muerte en la cruz, sino por el dolor de un Dios que quiere la salvación de todos, que se entrega en sacrificio para que nosotros no paguemos. ¡Yo pagaré!, les decía, ¡Yo los salvaré!; ¡ustedes ya no van a deber nada! Pero nunca le dieron ese lugar, el del verdadero salvador.
El Domingo de ramos es el inicio de la Semana santa y siempre es una oportunidad para recordar que el Señor está a la entrada, esperando que te quites el manto de la soberbia, del orgullo, de la vanidad de la arrogancia y lo tires al piso, que te postres y le digas, ¡ENTRA MI REY!, entra triunfal, mi gran ayudador, mi gran Señor, con tu humildad hazme humilde, con tu poder sáname, con tu amor perdóname y con tu gracia sálvame.
Marcos 11: 7-8
7 Le llevaron, pues, el burrito a Jesús. Luego pusieron encima sus mantos, y él se montó. 8 Muchos tendieron sus mantos sobre el camino; otros usaron ramas que habían cortado en los campos.
Más que comprar el mejor ramo en el mercado y levantarlo como los mismos que lo crucificaron, más que un ritual, más que algo por cumplir; hoy es el día del triunfo, el día que ya estaba pronosticado por el profeta Zacarías.
Zacarías 9: 9
¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, Salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna.
Cambia el nombre de hija de Sion, cámbialo por tu nombre, verás que esa promesa es para ti. Tu Rey humilde está a punto de entrar victorioso, perdonando, derribando muros, sanando enfermedades, transformando tu vida, trayendo paz y vida eterna. Grita de alegría por eso.
Les amo en Cristo Jesús.
Dios los bendiga.