Y nos quedan más de 16 meses…
La situación de Cali es precaria. Su movilidad, su infraestructura, la inseguridad, el estado en el que quedó después del “estallido social” del que nunca pudo recuperarse, solo tienen un elemento en común: la incapacidad del alcalde Ospina. Él, como responsable de la ciudad, es quien debe responder por la acción u omisión de sí mismo y de sus funcionarios.
Sin embargo, las condiciones de la ciudad no parecen ser su preocupación. Crear una “Empresa Distrital Cannabis, orientada al cultivo, producción y comercialización de Cannabis para uso medicinal, industrial y recreativo”, apoyar al Deportivo Cali en su crisis económica por ser patrimonio de la ciudad o dar peleas por Twitter contra cualquiera que opine diferente a él como el personero de la ciudad, es lo que está en su agenda diaria. Aún no tenemos claro en qué va a usar los 650.000 millones de pesos que le autorizó el Concejo de la ciudad para sustentar varios proyectos de su Plan de Desarrollo, ni si de allí es que saldrá el dinero para el Corredor Integral Cristo Rey, como tampoco tenemos claro por qué no hay presupuesto ni planes concretos para arreglar la malla vial de la ciudad, la cual se encuentra prácticamente destruida y solo recibe paños de agua tibia.
Cali merece ser manejada como lo que es, un Distrito Especial Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios, no como la caja menor de los caprichos del burgomaestre de la ciudad quien, por segunda vez, tomará todos los recursos posibles para realizar una cantidad de obras que no nos entregará terminadas, mientras los verdaderos y actuales problemas de la ciudad siguen vigentes y sin solución… y sin plata para ser resueltos. No es justo que el Concejo de la ciudad haya perdido tanta capacidad de crítica frente a la labor del alcalde y, sin ningún tipo de reproche, le permitan no actuar sobre problemas tangibles y actuales, mientras le facilitan la creación de otros.
Ojalá en estos 16 meses que nos quedan, alguna entidad o persona tenga la capacidad para poner freno al alcalde. Cali se siente acabada, no porque en sí lo esté, solamente porque no estamos acostumbrados a verla así, llena de huecos, con tanta inseguridad, sin autoridad, con gente en todas partes haciendo lo que le parece sin percatarse de que afecta a otros. La sucursal del cielo era hermosa, cívica, llena de zonas verdes que se caracterizaban por estar bien cuidadas. Hoy en día su panorama es triste y, lo más grave de todo, es que los propios caleños perdimos la fe en ella.