30 guerreros zambianos…
Un miércoles, cómo hoy. Un 28 de abril, también cómo hoy. El continente africano se preparaba para vivir otra fiesta futbolera en Estados Unidos 94. Todos los seleccionados del mundo luchaban por un cupo al máximo certamen a nivel de selecciones. En el continente salvaje, los cupos son reducidos y la eliminatoria era competida. Pero había un equipo, una selección que comenzaba a enamorar su región y llamar la atención de todo el globo terráqueo.
Chipolopolo, este era su apodo. Esta palabra se traduce de uno de sus dialectos como ‘Las Balas de Cobre’.
La selección de Zambia, en el año 1993, imponía respeto en su dura eliminatoria. Ganaba los partidos con autoridad, contaba con jugadores de talla mundial y su velocidad y letalidad, hacía que su apodo no desentonara para nada con su forma de jugar al fútbol.
“Era un equipo que siempre iba hacia el frente, sin importar el rival. Siempre hacia el frente y sin retorno, éramos unas auténticas balas de cobre” – Recuerda Kalusha Bwalya. Quien en ese entonces era el capitán del onceno zambiano, y quien, por cuestiones divinas, hoy vive para recordar a sus compañeros.
Lastimosamente las Balas de Cobre no pudieron llegar a imponer respeto en tierra americana, como lo soñaban ellos, cómo lo soñaba todo el país y todo el continente que soñaba con que el mundo del fútbol comenzara por fin a ver con respeto a las selecciones africanas.
Aquél miércoles 28 de abril, Chipolopolo viajaba desde Lusaka, hasta Dakar para visitar a Senegal en la carrera por llegar a Estados Unidos. El viaje tiene una duración de más de 20 horas, había que atravesar el corazón de la sabana africana para poder cumplir con este compromiso de eliminatorias. Para un viaje tan largo, la selección se vio apoyada por la fuerza aérea de su país, quien puso a disposición del plantel un DHC -5D Búfalo canadiense, para que la tripulación de 30 personas pudiera emprender esta travesía.
La primera escala fue en Brazzaville (Congo) allí se detectaron algunos problemas en los motores de la aeronave, pero el tiempo apremiaba para la preparación, la segunda escala fue en Libreville (Gabón). Al despegar, un incendio en el motor izquierdo lo complicó todo. El piloto también falló y apagó el motor derecho del avión. El despegue perdió toda su fuerza y la tripulación de 30 zambianos cargada de ilusiones, se estrelló en el mar a 500 metros de la costa. Ninguno sobrevivió.
La tripulación compuesta por 18 jugadores, 4 miembros del cuerpo técnico, 3 pilotos, 1 ingeniero, 1 auxiliar de vuelo, 2 directivos y 1 periodista; pasó a la historia no solo de Zambia, sino del mundo entero. No pudieron llegar al mundial de Estados Unidos 94. Pero volaron más alto y hoy sus nombres están grabados en la memoria del fútbol.
18 años después, uno por cada jugador siniestrado, la selección de Zambia salió campeona de la Copa Africana de Naciones. 18 tiros desde el punto penal definieron una serie final frente a Costa de Marfil. Son las casualidades de este deporte, que en ocasiones parecen ser analgésicos al dolor de la tragedia. Zambia fue campeona de áfrica, y en ese momento, más que la selección del 2012, se homenajeó de forma merecida en áfrica y en el mundo a 30 guerreros zambianos.