Historias

Anécdota viajera: Perdidos en la India

Annie Navia

Annie Navia

Arquitecta de profesión, viajera por vocación y soñadora a tiempo completo. Creo en el viajar como parte del aprendizaje sobre otras culturas. Escribo solo para recordar y compartir aquellas experiencias que enriquecen mis viajes y alimentan mi vida.

En diciembre de 2016 hice mi primer viaje organizado: India – Ruta Le Corbusier.

Llegamos a Chandigarh, una ciudad proyectada por este famoso arquitecto, así que recorrerla y vivirla, era respirar su legado en cada esquina.

El hotel quedaba a las afueras de la ciudad, pero así y todo después de registrarnos, 4 del grupo decidimos salir a visitarla por nuestra cuenta.

Yo estaba muy emocionada, pero en el fondo creo que lo que más me emocionaba era la adrenalina que sentía de salir solos, sin ningún guía, pues durante todo el viaje habíamos estado acompañados. Iríamos en taxi y volveríamos en taxi ¿qué podría salir mal?

De la recepción nos pidieron uno que nos llevó a la zona rosa, donde recorrimos calles, plazas y hasta nos tomamos un café.

Ya había caído la noche, así que ya era hora de volver y nos dispusimos a tomar un taxi… pero para nuestra sorpresa, no era algo tan fácil… pues no pasaba ninguno, ni llenos ni vacíos… era simplemente como si no existieran.

Comenzamos a caminar en busca de un mejor panorama, pero fue un intento fallido.

Después de un rato de andar sin rumbo, se apareció ante nuestros ojos un hotel, así que se nos ocurrió entrar y solicitar que nos pidieran uno desde la recepción. La idea fue brillante, pues efectivamente a los 10 minutos llegó uno. Ya no había nada de que preocuparse, volveríamos al hotel y a dormir. El taxista arrancó y emprendimos nuestro retorno.

A punta de señas – pues el chofer solo hablaba hindi – nos preguntó ¿hacia dónde íbamos? todos nos volteamos a mirar y nos reímos… pues la verdad no sabíamos ni el nombre del hotel! Obvio fue una risa nerviosa, pues el pánico se apoderó de nosotros de un momento a otro… afortunadamente en un momento de lucidez alguno se percató de que llevaba la llave del hotel y ahí estaba el nombre… aunque no había dirección ni teléfono.

Íbamos hacia adelante y cada tanto parábamos en una esquina para buscar quien nos tradujera y nos orientara hacia un hotel del cual solo sabíamos cómo se llamaba.

Como suele suceder en estos casos, das un paso para adelante, dos para atrás y siempre vuelves al mismo punto y ya no sabes si es un déjá vu o ¿qué?

Finalmente en una de esas paradas nos dieron las indicaciones correctas y después de una hora deambulando por una carretera oscura que parecía no tener fin, apareció nuestro hotel.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba