Opinión

Cuando calienta el sol

Luis Carlos Rojas García

Luis Carlos Rojas García

Escritor

Me gustaría hablar en esta columna sobre Matarife y lo que parece ser una suerte de obsesión por parte de Mendoza con su investigado. Me gustaría dedicar estas letras para decir que, de manera patética, sobre actuada, farandulera y casi desesperada, Mendoza promociona su traqueada serie con imágenes, planos, actuaciones y diálogos similares a las reconocidas series de Netflix. En verdad me gustaría decir que este trabajo “periodístico” lo único que fomenta es que uno termine sufriendo del mal de Estocolmo al ver cómo utilizan al malo para lograr fines personales más allá de informar o de dar solución real a lo que está pasando en el país.

Sin embargo, considero que no vale la pena perder mi tiempo en lo antes nombrado, como tampoco hablaré del coronavirus el cual, sin lugar a dudas, ha sido vencido por la economía de los países que, a la final, resulta ser más importante que cualquier contagio, que cualquier muerte, que cualquier estadística, aunque en Colombia eso de las estadísticas es un verdadero circo. Por esta razón, he decidido hablar del comportamiento de la gente de Québec, Canadá, cuando calienta el sol.

Si bien es cierto, el invierno pasado tuvo algo particular por estas tierras ya que no fue tan fuerte como se esperaba, también es cierto que el verano está llegando con toda. Los aumentos de temperatura se comienzan a sentir y de qué manera; lo que parece no importarle a los Québécois; por el contrario, el sol aquí es valorado en extremo, al punto que la población en general, y eso incluye a gente de nuestro país radicada aquí desde hace ya varios años, se preparan, luego de la dichosa pandemia, para sus actividades de verano en las que se incluyen: paseos en lancha, camping, salidas y eventos deportivos, reuniones, deporte, mucho, mucho deporte y toda una gama de actividades relacionadas con las labores de las huertas caseras y los acondicionamientos de sus casas.

Québec se transforma por completo, los árboles se pintan de colores, los ríos se convierten en el escenario ideal para la pesca, los cielos de cubren con las alas de los pájaros que vienen a vacacionar y la gente ha cambiado su ropero por la nueva colección de verano. Por supuesto, este año los conciertos y eventos similares han sido suspendidos hasta el momento por el tema del virus y se sigue al pie de la letra las recomendaciones del Ministerio de Salud, del Gobierno Nacional y local.

No obstante, el comercio poco a poco se reactiva, la gente regresa a sus trabajos, van llegando los trabajadores de Centroamérica para encargarse de las labores del campo, la distanciación social, que llaman, se vuelve más amable y todo parece girar en una armonía que hace juego con los eternos atardeceres en un país en donde el sol se niega a dormir temprano. Por eso no es raro que a las nueve de la noche veamos al astro rey dándose un paseíto por el Saint-Laurent.

Cualquiera podría pensar que hablamos del paraíso, pero, no, no llega hasta allá. Eso sí, la tranquilidad y las buenas costumbres hacen de este lugar un buen vividero, más que Ibagué, por ejemplo, que guarda ese título desde hace mucho tiempo atrás. Ahora bien, sé que las comparaciones son odiosas y no pienso comparar a mi hermoso país con este lugar, que es igual de maravilloso como lo son todos los lugares de este planeta espectacular al cual le vamos robando vida y sembrando muerte.

Lo que sí debo decir es que estando aquí no puedo dejar de pensar que Colombia tiene muchas más riquezas, mejor comida, mejor clima por no ir más allá. No dejo de pensar que mi país necesita con urgencia erradicar de raíz esa maldita corrupción que ahora parece ser parte de la farándula criolla o un espectáculo chocarrero que nos dividen en capítulos semanales para mantenernos entretenidos mientras los mismos de siempre hacen lo de siempre. Colombia el país en donde eternamente brilla el sol que unos pocos opacan. Colombia el país que lo tiene todo y a la vez no tiene nada porque se acostumbró a aguantar a los políticos corruptos, a las guerrillas, al negocio de los narcos, a los sangrientos paramilitares, pandemias superstar, a las masacres, a los robos y hasta series chimbas que no dicen y no ayudan en nada.

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