Opinión

De protocolaria a real

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Lo ocurrido en el “Palacio estudio” el pasado 4 de febrero, no ha terminado. Y no lo digo sólo por la posibilidad casi miedosa que flota en el ambiente, de que esta exposición de la mezquindad que existe entre los miembros del Gobierno Nacional se repita en horario prime en televisión nacional, lo digo porque comienzan a conocerse las consecuencias de este primer capítulo que salió muy mal.

Como vimos en el Consejo de ministros, el presidente Petro les pasó cuenta de cobro a sus colaboradores por la poca ejecución de sus carteras. Y aunque esto parece un acto normal y apropiado de cualquier jefe, lo curioso es que lo haya hecho casi 30 meses después de comenzado su Gobierno, cuando estaban en televisión nacional. ¿A qué se dedican entonces, cuando el Consejo no es televisado? ¿Por qué no hubo reclamos con respecto a la revisión anterior? ¿Quién, entonces, hace seguimiento a la labor de los ministros? Porque, según creo, debería ser el presidente, para eso fue elegido.

Y como los despidos masivos no pueden darse, porque quedaría en evidencia que el proyecto político que lidera es solo una falacia que ha puesto en la cabeza de sus seguidores, porque él mismo es incapaz de ponerlo en ejecución, decidió pedir las renuncias protocolarias de los ministros. Otro capítulo que, parece, está saliendo mal.

Y sale mal porque en la cabeza del propio presidente Petro, las que al parecer iba a ‘aceptar’ eran las de Francia Márquez como ministra de la Igualdad; la de Andrés Camacho, ministro de Minas y Energía y la de Alexander López, el director del Departamento Nacional de Planeación que se quedó sin poder mostrar sus cifras en el concejo de ministros, porque, como fue evidente, el presidente tenía otro objetivo para ese encuentro. Recordemos, además, que Márquez y López estuvieron en el grupo que cuestionaron la presencia de Laura Sarabia y Armando Benedetti en el Gobierno, lo que quizás, también pasó factura. No olvidemos que Benedetti es investigado por ‘presuntas’ irregularidades en la financiación de la campaña presidencial y, además, enfrenta una denuncia por violencia de género que interpuso su propia esposa. Toda una joya.

El problema es que, ante la solicitud del presidente, las renuncias irrevocables han caído sobre la mesa en cantidades que no se esperaban. Todo comenzó con la renuncia de Jorge Rojas, jefe durante unos días, del DAPRE, Departamento Administrativo de la Presidencia; la del ministro de Cultura Juan David Correa y la de la secretaria jurídica de la Presidencia, Paula Robledo. Y siguieron las de Susana Muhamad, ministra de Ambiente y la de Gloria Inés Ramírez, ministra de Trabajo, ambas funcionarias en el Gobierno desde que éste comenzó, el 7 de agosto de 2022 y quienes han sido fieles escuderas del proyecto político del progresismo. En el caso de Muhamad, es claro que la piedra en el zapato se llama Armando Benedetti pero, en el caso de Ramírez, ¿qué pasó?

Está claro que las renuncias de los demás funcionarios llegarán, como llegó la de Laura Sarabia, pero todos sabemos que esa será obviada, igual que la de Benedetti como jefe de Gabinete o la de Gustavo Bolívar, el director del DPS, Departamento de Prosperidad Social, esas continuarán siendo “protocolarias” porque son, sobre todo las de Sarabia y Benedetti, netamente transaccionales: algo paga el presidente con esos cargos y por eso no puede removerlos.

Lo complejo de esto es que, seguramente, quienes vengan a ocupar los cargos, serán personas seguidoras del proyecto político que Gustavo Petro dice tener en la cabeza, no técnicos en los temas que liderarán, lo que continuará llevando a nuestro país por un camino de incertidumbre y decisiones equivocadas que, ojalá, en 18 meses seamos capaces de comenzar a corregir.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba