Detengan la violencia
La situación de orden público en Colombia es sumamente grave. Además de la muerte de dos jóvenes, uno de ellos en Ibagué aparentemente a manos de la Policía; la zozobra y el terror se han apoderado de los ciudadanos ante las confrontaciones entre marchantes y fuerza pública, pero principalmente ante la arremetida de oficiales y agentes del ESMAD, de quien se supone, el pueblo espera protección y cuidado.
No conforme con el retiro del proyecto de reforma tributaria, ni con la renuncia del ministro Alberto Carrasquilla, el pueblo colombiano se ha volcado a las calles en masa para desahogar quizás el abandono estatal y el sufrimiento y la desigualdad social en décadas, pero también para mostrar su descontento con este gobierno y con un movimiento político que pareciera ya estar de salida y de muerte política.
La represión policial en ciudades como Cali, Ibagué y Bogotá ha sido gasolina para que las manifestaciones continúen, pero también para que los vándalos se infiltren en las justas protestas, para robar, saquear y destruir, como ha ocurrido en nuestra capital.
Hoy además de solidarizarme especialmente con la familia del joven Santiago Murillo, quiero hacer un primer llamado y es justamente a los líderes del Departamento y especialmente a quienes tienen poder de decisión y control en la fuerza pública: no más represión por parte de las fuerzas policiales, señores secretarios de gobierno: detengan el uso desmedido de la fuerza, y fundamentalmente el ataque a la población civil. No queremos más derramamientos de sangre. ¿Dónde queda eso de la violencia genera más violencia?
El segundo llamado es para quienes salen a marchar y a protestar en su legítimo derecho: háganlo de manera pacífica, canten, bailen, pero no caigan en confrontaciones, ni permitan que otros les dañen sus expresiones artísticas y culturales. Es claro que una inmensa mayoría lo ha hecho así, pero un menor número de personas pareciera estar empeñada en acabar con las piedras del mundo con tal de hacer daño a la Policía y opacar las verdaderas causas del paro.
Este país no resiste más violencia, y los ciudadanos no pueden seguir pensando que ahora la Policía es el principal enemigo