¿Día de la mujer?

La joven, luciendo un top negro y un overol de jean azul, levantaba las manos en señal de victoria, como si acabara de lograr una gran hazaña. Parecía sentirse una «rockstar» en su momento cumbre. Minutos antes se había cubierto la cara con un pañuelo que le lanzaron. Quizás un pequeño rincón de su conciencia le gritaba que lo que hacía no estaba bien.
Por su rostro no parecía tener más de 25 años. A su alrededor una turba gritaba eufórica mientras otras dos jóvenes se dedicaban a lo mismo: vandalizar le estatua de Luis Carlos Galán en la plazoleta del Concejo de Bogotá.
El video, publicado por RCN Radio, es el vivo ejemplo del famélico lugar donde ha caído la juventud colombiana. Fue justo este 8 de marzo, cuando se conmemoraba una fecha más del Día Internacional de la Mujer. Una fecha que debería ser usada para resaltar la vital importancia de las mujeres en la sociedad y recordar sus luchas por construir un mundo mejor, termina reducida por una pocas mujeres que creen que ese degradante show es la mejor manera de reclamar.
Es lamentable que ese sea el mundo que hemos construido para nuestra juventud. ¿Qué podemos exigirle si es el ejemplo que ha recibido por décadas?
Han pasado casi 120 años desde aquel 8 de marzo de 1908 cuando 129 mujeres murieron en medio de un incendio en un fábrica de textiles en New York. Ellas hacían parte de un gigantesco grupo de mujeres que exigían una mejor jornada laboral, salario igualitario y su derecho al voto.
La igualdad de género no se construye vandalizando monumentos ni edificios que a las pocas horas deberán ser limpiados, muy seguramente, por otras mujeres que no tendrán ni idea de las razones para un ataque así. Y si lo supieran, probablemente no lo aprobarían.
Lo que es indiscutible es que estas jóvenes y las que las vitoreaban tienen razón en reclamar derechos e igualdad, los que deben llegar en su mayoría por parte de hombres quienes a lo largo de la historia se han sentido dueños absolutos de ellas como si fueran un objeto más de su propiedad. Derechos que deberían ser defendidos y estimulados desde los gobiernos, especialmente de aquellos que se declaran progresistas y que han logrado sus aspiraciones apalancados en el trabajo y sacrificio de mujeres luchadoras. Berracas decimos en Colombia.
Sin embargo esto no parece suceder en nuestro país. Gustavo Petro, el primer presidente progresista, único representante de la izquierda en acceder al solio de Bolívar, parece destinado por sus propios temores a tener en su séquito más cercano a hombres que no brillan por su defensa acérrima de la mujer.
El caso más sonado es el flamante ministro de Gobierno Armando Benedetti, quien protagonizó un escándalo, que no ha sido aclarado del todo, con su exesposa Adelina Guerrero y su suegra Adelina Covo. En el episodio ocurrido en España, mientras Benedetti ostentaba el título de Embajador ante la FAO —en Italia, por cierto—, se dice que no solo hubo agresiones verbales de grueso calibre sino que el diplomático habría esgrimido un cuchillo para quién sabe qué. No creo que para defenderse de dos mujeres quienes con seguridad estaban en inferioridad física ante él. La investigación disciplinaria sigue su curso, no a la misma velocidad que el ascenso de Benedetti en el gobierno.
No se puede olvidar tampoco que Benedetti ha insultado con sevicia a la hoy Canciller Laura Sarabia, sin posibilidad de negar este hecho por los audios que de ello quedaron para la posteridad vergonzosa de este gobierno.
No es el único flamante funcionario con serias dudas sobre su actuar contra las mujeres. En contra de Hollman Morris, gerente de RTVC, sistema de medios públicos de Colombia, hay varias denuncias, por maltrato laboral, por acoso sexual e incluso por maltrato intrafamiliar sicológico y económico hecha por su exesposa Patricia Casas.
La lista no termina allí.
O cómo olvidar la defensa que el propio Presidente hizo del abogado Daniel Mendoza cuando quería nombrarlo como Embajador en Tailandia. A Mendoza, conocido por ser el productor de la cuestionada serie Matarife, no le han temblado las manos para escribir comentarios vulgares y bastante misóginos.
El propio Gustavo Petro causó bastante revuelo unos meses atrás cuando hablando de periodistas mujeres, sin nombres en específico, las llamó «muñecas de la mafia».
No creo que esa sea la esencia del progresismo, como tampoco creo que esa deba ser la estatura moral de quienes ostentan la dignidad de altos cargos publico.
Y ante la lentitud de los procesos judiciales, administrativos y disciplinarios en Colombia, al menos debería existir el castigo o la sanción social, que no es más que el repudio de los ciudadanos de bien ante las actuaciones que deben ser rechazadas en masa.
Pero ante la foto de hace unos días en las que algunas mujeres congresistas ríen en franca camaradería junto a la carcajada de Armando Benedetti, queda claro que estamos lejos de que la sociedad reclame de forma pacífica ante la subyugación en la que han sometido históricamente a las mujeres, especialmente las indefensas y que representan una minoría.
Si no me creen, pregúntele a Francia Márquez cómo se siente en el ostracismo en el que la ha sumido el presidente Gustavo Petro.