Opinión

El valor de la palabra

Juan Manuel Díaz

Juan Manuel Díaz

Comunicador Social – Periodista; Especialista en Derechos Humanos y Competencias Ciudadanas de la Universidad del Tolima.

Si uno se pusiera a pensar en el valor de las cosas intangibles, no cabe duda, que el valor de la palabra tendría un significado bastante importante. Con las palabras declaramos victorias, reconocemos derrotas, amamos, odiamos, prometemos, cumplimos, afirmamos y validamos hechos trascendentales de la vida. Casi que no haría falta decir que, en el mundo de las relaciones interpersonales, no hay nada más importante que el valor de la palabra.

De allí se desprenden muchas cosas. Quien tiene claro el valor de la palabra, puede ser fiel a sus principios, leal a sus amigos, y, sobre todo, puede cumplir con lo que promete, una virtud de la que carecen quienes juegan al ejercicio del poder electoral en Colombia.

Si tan solo uno de los políticos que intentan gobernarnos por estos días en el año electoral, tuvieran clara la importancia de ser fieles a su palabra, tendrían sin despeinarse el favor de las masas, porque nada brinda más confianza que una persona que denota seriedad en los mínimos, y que es honesta y consecuente con lo que dice. Es obvio que la mecánica del poder en Colombia está establecida en prácticas non sanctas que se alejan de las palabras cumplidas.

Aquí las elecciones normalmente se ganan con dinero, con promesas fallidas, y con promesas de favores que nunca se hacen. Pocas veces se vota con convicción porque desafortunadamente la política está amarrada a las desigualdades sociales que se viven en el país, y en ese orden de ideas, siempre hay intereses de por medio. Un tamal, una lechona, un contrato, un puesto, unas tejas para la casa, en fin. Todo ello ya lo conocemos.

Lo cívico pasó a ser una estrategia más para disfrazar de popular, las intenciones de políticos tradicionales, y es por ello que hoy vemos a candidatos del establecimiento, recogiendo firmas para avalar sus candidaturas en las que tras bambalinas se ocultan los guiñoles de siempre.

Desafortunadamente, no solo los políticos, ni los gobernantes, suelen descuidar el cumplimiento de su palabra. Muchas personas afirman cosas sin sentido para quedar bien con otras. Destruyen con su lengua la reputación de una persona, y no cuidan lo que con su boca declaran; las mentiras hacen parte de ese mundo de burbuja en el que se mueven, y como bien dice mi madre: primero cae un mentiroso que un cojo. Por ejemplo, basta con mirar las relaciones de cualquier índole. Una clave importante, es hacer justamente, lo que uno dice que va a hacer, y eso va desde lo más básico y sencillo como llegar a una hora determinada a una cita, o cumplirle la promesa hecha a uno de los hijos pequeños, quienes poco o nada pueden entender que la gente adulta miente o renuncia a ser consecuentes a lo que con su boca manifestaron.

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