La estrategia, una mala estrategia

Lo que ha pasado en las últimas semanas con las filtraciones de las conversaciones, reuniones y llamadas de los candidatos, es la clara muestra de la manera incorrecta en que hacemos política actualmente. Aquí no construimos, nos encanta destruir. Entre más mal pueda hablar de alguien, entre más en el piso pueda dejar su honra y entre más seguidores le quite por decir cualquier cosa sin importar si es cierta o falsa, más caudillo político y prócer me considero. Mis seguidores, enceguecidos por lo que para ellos represento, hacen caso omiso a toda moral y justifican todo lo que se ve, así sepan que no es correcto.
A mí me excusan, pero esa manera de hacer política que ya normalizamos en nuestro país es, por decir lo menos, mezquina, sucia, ruin y denigrante. Y no la considero así por los afectados, por aquellos a quienes se agrede, quienes están en todas las orillas, la llamo de esta manera por los promotores, quienes, por alcanzar su objetivo, acaban con el que sea, sin miramientos ni contemplaciones. ¿Quién nos dijo que la política se hace perjudicando al otro y deteriorando su imagen? Sobra decir, además, que algunos políticos en nuestro país no necesitan ayuda, ellos pueden autodestruirse con total facilidad, eficiencia y hasta brillantez. ¿Por qué nos acostumbramos, nos parece normal y hasta aplaudimos, cuando, de una campaña, salen diciendo cosas de un candidato que nunca hemos comprobado y nadie puede corroborar? ¿Desde cuándo se volvió correcto denigrar sobre la honra del otro, atacar sus principios, su familia, sus malos momentos personales?
Definitivamente, lo que le falta a nuestra política no son candidatos, le falta es altura, nivel de debate, capacidad para defender propuestas. Necesitamos ESTRATEGAS que se sienten a ‘maquinar’ cómo van a lograr que la salud y le educación lleguen al 100 % de los colombianos, cuáles pueden ser las contingencias en caso de otra pandemia, qué medidas van a tomar para evitar que la inflación continúe, cómo van a regular el gasto y la inversión públicos, no necesitamos sedientos de poder y de dinero que buscan perpetuarse en el poder a punta de ‘maquinar’ cómo acaban con el otro y cómo hacen que los indecisos, acudan al miedo para tomar decisiones.
Pensemos que lo que tenemos hoy en Colombia, es solo una muestra de lo que será mañana, ¿a dónde pensamos llegar? ¿En qué momento vamos a considerar que esto debe parar? ¿Tenemos un límite? Yo, honestamente, no lo veo y lo que me preocupa aún más, es el fututo, ¿qué estamos labrando para nuestros jóvenes? ¿Una cultura del “todo vale” y “Sálvese quien pueda” que yo tengo claro para dónde voy y los demás no importan? Mucho cuidado, que hay quien dice que la vida no se queda con nada, que todo se devuelve y, cuando este momento regrese a nosotros, quizás no tendremos ni la oportunidad ni la fuerza para pararlo. Piénselo.