Cultura

Las Poesías de Tito

Cenizas

Voy caminando lentamente
pensando en tu silencio,
por esa cruz que llevamos a cuestas,
por los rencores latentes.
Perdimos el rumbo:
Rodeados de un ambiente sombrío,
alejado de tu mundo
y muy distante del mío.
Las ofensas como flechas
penetraron fríamente
y enturbiaron el ambiente.
Las aguas ya no calmaban la sed
dejaron de ser cristalinas lamentablemente.
Nuestras voces naufragando
en un mar de protestas.
Dos almas de fuego
en la peor de las guerras:
las guerras del sentimiento.
En laberintos perdidos
despreciando la sal de la vida.
El edificio cayéndose
y nosotros impotentes,
enmudecidos a veces
y en otras brutales, sin frenos.
Yo te lo advertía:
nos estamos consumiendo amada
y tu no escuchabas,
como detrás de unos vidrios opacos
mirando hacia la nada,
viendo llover a cántaros
y el agua causándonos severos estragos.
-El sol ya no sale amada,
siento un frío muy intenso,
algo interno está carcomiendo
nuestra moral y nuestra morada.
Me duele ser el causante de tus sufrimientos.
Escuchábamos el aullido de los perros,
el cantar de los gallos,
alejados de la paz y del sueño.
Tendidos en una cama de piedra,
renunciando a nuestro futuro,
renegando del presente,
y mancillando nuestro el pasado.
En cada palabra
toneladas de infamias,
en cada gesto
un grito de dolor.
Pedazos de nuestro corazón!
Hoy lo reconozco amada,
hemos probado la derrota
estrellándonos contra murallas
más duras que las rocas.
Una historia infame,
un adiós sin horas,
los sentimientos y los recuerdos,
los gritos y los silencios.
Y Fueron los huracanes,
y fueron los inviernos,
y fue nuestro amor violento.
Nuestra juventud dorada
lloró amargamente.
El llanto el único remedio!
En medio de las llamas,
quemados por las brasas,
sacudidos por las brisas,
sin amor y sin sonrisas,
sólo los recuerdos…
Después de los incendios,
un  rimero de cenizas.
Esos volcanes silenciosos
siguen siendo temerarios.
Escombros y ruinas
en medio de nuestras vidas.
Grietas inquietantes
descociendo nuestras almas.
Sin poder volver las miradas,
nos convertiríamos en estatuas de sal.

Tito Augusto Bustos Roa (29-01-97)

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