Cultura

Las Poesías de Tito

Un hombre llamado Jesus

“Y el que esté libre de pecado
que tire la primera piedra”.
“Dad a Dios lo que es de Dios
y al César lo que es del César”.
Sentencias sin respuestas.
La daga hasta el fondo,
sólo un ser superior
podía fulminar de esa manera!
El camino hacia la crucifixión y a la muerte!
Es Jesús en Galilea
predicando su evangelio:
se están conmoviendo las piedras,
está que arde el desierto!
Pasaran los años y los siglos
y sus enseñanzas por todos los caminos.
Suplicándole al Padre Eterno
misericordia para los hijos de la tierra.
De sus labios amor y la clemencia:
-Padre: perdona nuestras ofensas,
que no nos consuman las miserias,
perdona a nuestros enemigos,
ilumina a nuestros padres y a nuestros hijos…
Lejos de la retaliación y la violencia.
Levantando en el Calvario
gritó con todas sus fuerzas:
“Padre, ellos no saben lo que hacen”.
Grito que camina y permea
grito que conmueve al universo.
Sus peores adversarios
no fueron los invasores romanos
sino sus propios correligionarios.
Y Jesús aparece bajo la férula pagana
cuando la fe de sus mayores se hundía
bajo la mirada complaciente de los rabinos.
Y el Maestro les quita la máscara,
expulsa a los negociantes del templo,
fustiga su hipocresía y su demencia,
con sus palabras los flagela
desnuda su duro corazón.
Le sobraba coraje.
Su fe movía montañas,
su entrega: las semillas de la esperanza.
En medio de la confusión y la barbarie
edificó su reino,
estableció su ley,
construyó los cimientos de su iglesia.
Vino al mundo y no lo conocieron.
Su pueblo lo esperaba
blandiendo su espada,
jefe de los ejércitos,
caudillo justiciero.
Y nació en un pesebre
como el hijo del carpintero.
Pasarán las naciones,
aparecerán sociedades nuevas
donde siempre brillará su presencia.
Indescifrable misterio
en el irrompible nudo de todos los tiempos.
Contigo sin sed,
contigo sin hambre.
Humilde, paciente, admirable,
sin bienes terrenales!
Que tu mano izquierda …
que tu mano derecha no sepa…
“Las fieras viven en las cuevas
y el Hijo del Hombre no tiene
dónde reposar su cabeza”!
JESÚS: me gustas más como hombre
sin cartas marcadas,
hombre creador de la nada
de una religión de murallas:
No la han podido destruido tus tenientes
aliados con los peores testaferros,
bendiciendo a los incendiarios
y excomulgando a los revolucionarios!
Identificados con los dueños de armamentos
y de los arsenales de la muerte.!
Cómplices de tenebrosos banqueros
que quiebran a los bancos y a sus clientes,
y bendicen a criminales que bombardean ciudades
como el Generalísimo Francisco Franco,
y ostentan costosas joyas
y viven en espléndidos palacios
y a diarios reciben honores.
Viajan en limosinas vistosas,
prendieron hogueras
y tuvieron imperios!
OH! Jesús, sin ellos tu fe
ya se hubiera extendido
por todos los rincones de la tierra
sin necesidad del hacha justiciera
y sin las penas del infierno.
Oh! Señor Jesús he ahí tu verdadero ejército
vuelve tus ojos a ellos,
un ejército cubierto de llagas,
los hijos de los parias,
los hispanoamericanos refugiados,
los negros de las barriadas,
los africanos explotados,
no son ciudadanos romanos
ni pueden pagar sus deudas
ni tienen como curar sus enfermedades!.
De vez en cuando se rebelan
y responde con la violencia.
Es la violencia revolucionaria
contra la violencia reaccionaria.
Así somos los hombres,
apartamos a nuestro Dios
nos alejamos de su sombra;
creamos nuevos dioses,
nos bañamos en sangre
y navegamos en mares de lágrimas.
Nos matamos por ideales
que mañana sepultaremos
con otro baño de sangre.
Los dogmas nacen
se reforman o mueren.
El hombre busca a Dios
en medio de los vendavales.
No viniste por los buenos
sino por los cubiertos por fango y cieno!.
Pacíficamente te entregaste a la muerte,
desnudando a los negociantes del Templo.
Han transcurrido más de dos mil años
y todavía faltan milenios.
El género humanos
con sus debilidades
navegando por mares inciertos.
Lucha férrea e incierta
de abismos y de fuego
de dolor, de parto y de violencia
Su cabellera larga
y sus manos blancas.
Su piel amarilla,
su piel negra,
la mirada penetrante,
y su pensamiento brillante,
sin patria,
y sin dónde reposar su cabeza.
Con amor predicando
sin necesidad de milagros,
sin condenar a nadie!
En sus hombros nuestras desgracias
y en su pechos nuestras lágrimas.
Para vivir es necesario morir,
negarse así mismo!
Qué pequeño se ve el género humano
ante una hazaña tan grande!
Nadie podrá penetrar,
nadie podrá descifrar…
Su amor y su paz:
la muralla inquebrantable,
la roca inconmovible,
el refugio inconmensurable
de las debilidades del género humano.

Tito Augusto Bustos Roa (21-09-2006)

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