No estamos preparados
Lo que está pasando con Ecopetrol y con el desabastecimiento de gas se veía venir, una consecuencia más de los manejos inadecuados de este Gobierno. Petro y sus súbditos no han querido entender que la transición energética no se dará apagando un botón y encendiendo otro, sino que debe surtirse un proceso coordinado y consensuado con los afectados y directos implicados.
Esto es curioso porque, cuando eran oposición y el Gobierno Duque presentó una reforma tributaria en 2021, dijeron que se debía hablar con los afectados y hacerlo de manera concertada, no impuesta, lo que aprovecharon para concretar el mal llamado “estallido social” que llevó al país al caos durante casi dos meses y del que, desde lo económico, nunca pudimos recuperarnos.
Hoy, siendo Gobierno, ellos solo decidieron acabar con la soberanía energética del país, cancelando la posibilidad de nuevos contratos para la exploración y explotación de hidrocarburos (carbón, petróleo y gas) sin concertar con nadie y amparados en el calentamiento global.
El problema de esta decisión es que el país no está preparado para dar este giro, no tiene las reservas ni los procedimientos adecuados para hacerlo. En el caso del gas, Promigas lo evidenció en los 50 años del gremio, donde se anunció que, si no se restablece la exploración y explotación de gas, el país enfrentaría un aumento en los costos de 23 % en el que es el servicio público más económico, que llega a la población más vulnerable. Esto indica que, de hacerse realidad la abrupta transición, muchas familias en Colombia tendrían que volver a cocinar con leña, porque la opción que sigue al gas es la energía, que es mucho más costosa y no puede ser asumida fácilmente por todos.
De hecho, lo que parece más curioso es que, para lograr la transición energética, Colombia necesita tener abundantes reservas de gas, mientras logra sustituirlo por el hidrógeno o el biometano, que parecen actualmente inviables por su implementación técnica a gran escala y su valor económico.
Un anuncio similar lo hizo el pasado mayo la Asociación Colombiana de Gas Natural, Naturgas, después de que la Agencia Nacional de Hidrocarburos informara que las reservas de gas cayeron de 7,2 años a 6,1 años, lo que significa un 15.7 %, mientras que el consumo se ha incrementado.
En abril de este año, Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol, advirtió que importar gas podía ser una posibilidad si se presentaba un déficit que, según él mismo, habían detectado. Lo curioso es que, según dijo la compañía en un comunicado el pasado 26 de septiembre, haciendo referencia a Canacol Energy “en el 2024 este productor ha reducido la producción esperada a 158 GBTUD, lo que estaría generando un déficit de 73 GBTUD”, razón que los lleva a pensar en la necesidad de importar ese gas faltante. Incluso, Roa dijo en Caracol que el 40 % del gas que se consumió en nuestro país en abril fue importado y recordó que Ecopetrol suspendió el suministro de gas a 13 distribuidoras de gas natural vehicular en el país, buscando que se sustituya el gas por combustibles líquidos como el diésel, que es un derivado del petróleo.
Todo indica que, para 2025, la compra a nivel internacional de gas será mayor. Lo curioso de todo esto es que, si desde 2017 se importa gas, ¿por qué nos alarmamos hasta ahora? Quizás es porque, más que alarma por el posible desabastecimiento, lo que se presenta es una preocupación ante las declaraciones dadas por el presidente Petro, cuando anunció la alianza con PDVSA de Venezuela, como la opción para comprar gas. ¿Será que el Gobierno aprovecha para convertir el problema de desabastecimiento, en una estrategia para apalancar a otros países de igual corriente política? Porque es claro que, si la idea es pasar a energías más limpias que impacten en menor medida el medio ambiente, dejar el gas y reemplazarlo por diésel es totalmente incongruente. Es más, no se entiende cuál es el objetivo real de dejar de explotar gas en nuestro país, si igual tendremos que comprarlo a cualquier otra nación, al precio que ellos determinen.
Colombia está perdiendo su soberanía y seguridad energética, todo porque un Gobierno poco técnico y mal preparado, llegó con la idea de implementar los cambios a la fuerza, sin crear las condiciones necesarias para lograrlo. Lo complicado es que las consecuencias de la improvisación, las seguimos padeciendo todos, pero sobre todo, “los nadies”, los más vulnerables económicamente hablando.