Repetir una mentira hasta convertirla en verdad
El presidente Gustavo Petro continúa explorando todos los límites, tanto suyos como nuestros. Ahora, después de promover las marchas contra la Corte Suprema de Justicia porque no eligen fiscal y no quiere que Marta Mancera quede encargada de la cartera, niega que en Bogotá se haya presentado un encerramiento, un secuestro, contra los magistrados en el Palacio de Justicia, situación que todos pudimos presenciar gracias a los medios de comunicación.
Y esto no es de extrañar del presidente. Si ya lo escuchamos decir “Yo no lo crie” cuando hizo referencia a su hijo con el que hizo campaña a la Presidencia, qué dificultad puede tener para decir, frente a los hechos del Palacio de Justicia, que “no hubo un secuestro. Siempre pudieron salir y entrar como quisieran”, de hecho, dijo “No salieron porque ellos le dijeron al general de la policía que no querían salir porque iban a trabajar más”. Imagino que los magistrados no querían arriesgarse saliendo a la calle, para exponerse ante quienes, aparentemente, buscaban hacerles daño. Quizás por eso, prefirieron seguir trabajando. Sin embargo, no dejaron pasar la oportunidad para contarle a los colombianos, a través de un comunicado, que rechazaban el “asedio” del que fueron víctimas. Negar la realidad, debe ser parte de la estrategia presidencial. Dedicarse a repetir una mentira hasta convertirla en verdad, la manera en que el presidente alienta a sus bases.
Todas estas situaciones se han presentado, debido a que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia no han tomado una decisión con respecto a la nueva fiscal general, lo que ocasionaría que Marta Mancera quedara como fiscal encargada hasta que la Corte se defina, sea por alguien de esta terna o por otro prospecto. Y es claro que el presidente Petro quiere dejar atrás, de forma literal, e inmediata, la Fiscalía de Francisco Barbosa, quitando la oportunidad a Mancera, quien lleva muchos años en el ente investigador, para que llegue al máximo cargo de la entidad, aunque sea por encargo. Además, durante ese encargo, tendrá la oportunidad de estar al frente del caso de Nicolás Petro, investigado por lavado de activos y enriquecimiento ilícito, al recibir dinero de narcotraficantes para la campaña presidencial de su padre y quedarse con ella.
Sucede que ninguna de las tres candidatas presentadas por el presidente, ha logrado los 16 votos requeridos para ser fiscal general de la Nación. Es por eso que al presidente se le ocurrió la brillante idea de pedirle a sus electores que salieran a las calles para exigirle a la Corte tomar prontamente, una decisión. En algunas ciudades, las marchas se dieron en calma y con respeto por parte de todos: participantes y espectadores, pero la capital del país fue la gran excepción: un grupo de personas, algunas de ellas ondeando banderas del extinto grupo M-19, se aglomeró en la entrada del Palacio de Justicia e impidió la libre movilidad de los magistrados. Fue un momento angustiante, que hizo que algunos recordaran ese fatídico 6 de noviembre de 1985, cuando ese grupo guerrillero, aún en armas, se tomó el Palacio y lo incendió, según la historia, para acabar con el archivo que se tenía para la extradición de Pablo Escobar.
Y es que, debemos reconocer que, de las marchas que ha convocado el Gobierno, esta es la de mayor asistencia. Pudo ser porque el Sena otorgó permiso remunerado a sus trabajadores para asistir y, a los aprendices los motivaron, al parecer, diciéndoles que si faltaban no tendrían nota. La participación del Sena estaba reglamentada en que la entidad sería la encargada de gestionar la logística del encuentro.
No está bien presionar a las Altas Cortes. No está bien que el presidente les pida a los colombianos que salgan a ejercer presión para lograr sus objetivos personales. Tampoco está bien que el presidente quiera fiscal de bolsillo, pero la Constitución se lo permite, así que, por ese lado, no hay mucho qué hacer. Lo que sí no debemos hacer los colombianos, es seguir el juego de Gustavo Petro ante la poca independencia de poderes y, mucho menos, dejar de creer lo que nuestros ojos ven, para creer en lo que otro que tiene intereses particulares, dice. En algunos momentos, ser como Santo Tomás, no caería mal…