Cultura

Revelaciones

Luis Carlos Rojas García

Luis Carlos Rojas García

Escritor

Como todas las noches, encendió una vela y caminó con sigilo hasta el pequeño altar en donde tenía un cuadro de la Santísima Virgen María. Antes de poner la vela junto al cuadro se santiguó, se puso de rodillas y luego tomó la veladora a dos manos y con mucho tacto la puso sobre un recipiente de porcelana.

Entonces, sus ojos se entrelazaron con la llama encendida mientras murmuraba una oración a la Santa Madre de Dios. La llama parecía crecer a medida que la oración avanzaba y la imagen de la Virgen detrás de la luz comenzó a cobrar vida.

Al principio pensó que se trataba de una ilusión o efecto producido por la misma luz, pero, luego se dio cuenta que la Virgen María ya no estaba en el cuadro, estaba a su lado; entonces, se quebró en llanto, lloraba con sentimiento agónico, melancólico y balbuceando dijo:

—¡Madre Santa perdóname por todos mis pecados y ten misericordia de mí!

Para ese entonces su cabeza estaba enterrada en el piso y apenas si podía ver los pies de la Santa Señora.  Fue así como una dulce y angelical voz retumbó como una suave brisa por todo el recinto.

—¡Levántate! No tienes por qué tener miedo de mí y mucho menos pedirme perdón. Sólo he venido a escuchar personalmente qué es eso que te acongoja.

—¡Queridísima Madre! Te agradezco que hayas venido tú personalmente y entiendo que lo haces porque sabes que soy una persona de bien, que todo el tiempo está en oración, que comparte tu palabra y la de nuestro Señor.

—Lo sé, lo sé, por eso he venido a verte, quiero escucharte.

—Madre, tú sabes que llevo mucho tiempo en la empresa en donde estoy trabajando. Tú sabes de mi esfuerzo y dedicación y por eso no es justo que el cargo de gerente se lo vayan a dar a esa muchachita fastidiosa, sin experiencia y recién salida de la universidad.

—¿Y qué quieres que haga?

—Madre, esa muchachita ni siquiera cree en Dios, ni en ti ¡En verdad no me parece justo!

—Recuerda que todo lo que quieras pedir, pídelos por los méritos de su infancia y nada te será negado.

—¡Madre Santísima! Tuyo es el poder y la gloría, tú sabes que los seres humanos somos frágiles ¡Apártala de mi camino! El COVID está de moda, las fatalidades ocurren todo el tiempo, los accidentes, las personas se dejan tentar por cualquier dinero, tú sabes que todos tienen un precio, así que Madre bendita lo dejo a tu santa imaginación.

Lentamente la Virgen María regresó a su cuadro. Todo en la habitación volvió a la normalidad y con la tranquilidad del momento vino un pensamiento a su cabeza y luego murmuró:

—Como todas las revelaciones de la madre de Dios la mía también se ha llevado a cabo.

Se levantó, se persignó nuevamente y esa noche pudo dormir en Paz al saber que todo estaba consumado.

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