Y todavía nos extrañamos…
Esta semana, el senador Gustavo Bolívar perdió la vicepresidencia del Senado por 66 votos en blanco, frente a 32 votos a su favor. ¿Lo particular? Creyó que las alianzas estaban bien hechas y su puestico asegurado, pero cuando los verdes debían votar por él, la realidad fue otra: los del Partido Verde, como la senadora Angélica Lozano, dicen que todo se sabía desde junio, que no iban a votar por Bolívar, porque los de la Colombia Humana “prefirieron votar por Juan Diego y no por Sanguino”.
Este “teje y maneje” es, a todas luces, la muestra clara de la verdadera política de nuestro país: amañada, conveniente, infiel, que se vende, se acomoda o se alía con el que más le convenga; cuando lo que necesitamos es una política que trabaje en favor de Colombia, sin distinción alguna, sin importar el partido o la región del país.
Pero, ¿Podemos quejarnos? ¿Tenemos autoridad moral para hacerlo? El abstencionismo de las elecciones me dice que no. Los colombianos nos caracterizamos por dejar las decisiones más importantes en manos de la mitad del país, o de menos en ocasiones, solo porque ir a votar da pereza, creemos que no sirve para nada, no sabemos por quién hacerlo o tenemos planes más interesantes para ese día. Nos acostumbramos a dejar las decisiones importantes en manos de otros, evidenciando que no tenemos el interés, ni el sentido de pertenencia por nuestro país para responsabilizarnos de aquello que nos corresponde, tomándonos el tiempo para consultar candidatos y sus propuestas programáticas. Por eso, quienes salen a votar y han hecho la tarea, no son suficientes para ir en contra de aquellos que van a votar porque les ofrecieron un trabajo para el hijo o la hija, ayuda para la casa propia o, en muchas ocasiones, simplemente un tamal o una porción de lechona en la sede de la campaña.
Dejemos de quejarnos de lo que es nuestra política, al fin de cuentas es el resultado de lo que hicimos de ella. Mejor ¡comencemos a cambiarla! Y eso solo lo vamos a lograr cambiando nosotros, apelando a nuestra consciencia, responsabilizándonos de nuestra democracia, modificando nuestros actos y asumiendo la responsabilidad sobre ellos. ¡Ah! Y aclaro: no creo que el voto obligatorio sea la solución, allí sí se volvería más interesante el tráfico de cada elección. Recuerde que ya los pagan entre los 50 y 80 mil pesos, de acuerdo con la región y tipo de elección. Mejor, pensemos en educar sobre la importancia de ejercer la democracia.