Historias

Anécdota viajera: Una visita inesperada

Annie Navia

Annie Navia

Arquitecta de profesión, viajera por vocación y soñadora a tiempo completo. Creo en el viajar como parte del aprendizaje sobre otras culturas. Escribo solo para recordar y compartir aquellas experiencias que enriquecen mis viajes y alimentan mi vida.

En un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, dormía muy plácidamente una linda doncella…

Pero primero pongámonos en contexto: Corría el año de 2016, y en esa época estaba haciendo unos recorridos por el Valle, así que en algunas ocasiones me tocaba dormir por fuera. Aquel día me tocó hospedarme en un hotel, que, aunque muy sencillo, era muy limpio.

Esa noche compartí habitación con una amiga, y mientras ella revisaba su celular, yo me quedé dormida.

Sí, ¡la linda doncella que dormía plácidamente era yo!  Sin embargo, mi sueño fue inesperadamente interrumpido por un agudo grito de mi compañera… yo de inmediato abrí los ojos y la vi parada encima de su cama. Por supuesto me asusté, y ella solo empezó a explicarme que había sentido algo, que era como un animal en sus pies… yo miré alrededor, y la verdad, no se veía nada, así que me pareció un poco extraño, pero como buena compañera, y al verla tan descompuesta, la acogí en mi cama después de que me pidió que la dejara dormir conmigo.

¡No habían pasado 5 minutos, cuando de repente estaba de nuevo parada (ahora en mi cama) y gritaba: ¡ahí va, ahí va… es un ratón!

Ante esas palabras, en menos de un segundo yo también estaba parada encima de la cama, ya habíamos prendido la luz, ella ya se había pasado a su cama para tener 2 frentes de ataque, y hasta cada una tenía un zapato en la mano…

Cuando menos pensamos el muy osado comenzó a correr de aquí para allá y nosotras a gritar como locas (bueno, pues normal… así… como cuando 2 viejas ven un ratón).

Nosotras saltábamos, gritábamos y nos movíamos de un lado para otro y el ratón también. No nos atrevíamos a dispararle, pero él igual nos evadía cómo suponiendo nuestras oscuras intenciones. Después de tal vez 30 eternos segundos, el ratón en medio de su desespero salió por debajo de la puerta. Sin pensarlo dos veces, nos lanzamos de una a poner toallas para trancarle la entrada por si decidía regresar.

Volvimos a nuestras camas y después de mucho rato pudimos quedarnos dormidas.

La visita de este pequeño ratoncito (¿ah, no había comentado que era pequeñito?), fue inesperada, pero por lo menos al otro día pude contarle la historia a mi hijo, diciéndole que el ratón Pérez se había confundido y me había ido a visitar a mí.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba