Colombia, ¿Qué nos pasó en el fútbol internacional?
En las últimas ediciones de la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, el fútbol colombiano ha sufrido una de las caídas más estrepitosas de su historia. Los clubes nacionales, que antes representaban a Colombia con orgullo en el continente, hoy no son más que meros comparsas, arrastrados por una mediocridad que ni ellos mismos parecen ser capaces de comprender. Lo peor de todo es que, más allá de los malos resultados, nos hemos acostumbrado a esta realidad, a la que ya vemos como algo normal.
Es cierto que hoy nuestro fútbol se encuentra por encima de ligas como la de Venezuela y Bolivia, pero el panorama es desolador si comparamos nuestra actuación con las de otros países de la región, como Brasil, Argentina o incluso Paraguay. Las eliminaciones tempranas de nuestros equipos en las fases previas de la Copa Libertadores son una constante que nos deja en evidencia. Y si hablamos de la Copa Sudamericana, la historia no mejora: los clubes colombianos se han convertido en los «comodines» de la competencia, equipos que apenas si logran superar la fase de grupos, para luego quedar en el olvido.
Lo más alarmante de esta situación no es solo la pobre participación, sino la actitud con la que muchos abordamos estos fracasos. Con el paso del tiempo, se ha instalado una mentalidad de subestimación hacia aquellos clubes que, si bien tienen menos nombres conocidos en el fútbol sudamericano, vienen y nos dan una lección de fútbol. Pareciera que, en lugar de prepararnos con el mismo nivel de profesionalismo y respeto, nuestros equipos creen que por ser colombianos tienen el derecho de pasar por encima de cualquier rival, sin importar cuán serio y competitivo sea el desafío.
Los casos recientes de equipos colombianos que han sido eliminados por clubes de países con «menos nombre» en el contexto internacional deben hacernos reflexionar. No es un tema de suerte, ni de una mala racha. Es la consecuencia de años de desprecio por la formación adecuada de jugadores, el escaso compromiso de la dirigencia, la falta de un proyecto serio que busque recuperar el nivel competitivo perdido y una liga claramente MEDIOCRE.
En lugar de justificar nuestros fracasos con excusas o hacer un mea culpa superficial, es urgente que tanto los dirigentes como los jugadores, y hasta los hinchas, asumamos la realidad: si no tomamos las riendas del fútbol colombiano con seriedad, pronto quedaremos completamente al margen de las grandes competiciones internacionales. Y lo más triste es que nos hemos acostumbrado a perder.
