Las Mujeres No Facturan
Cuando mis hijas eran bebés, con frecuencia viajaba sola con ellas de Montreal a Cartagena. A veces hacíamos escala en Miami y pasábamos la noche en la casa de unos amigos.
Los papás de mis amigos, una pareja de una americana y un ecuatoriano, ambos ejecutivos de Microsoft, vivían con ellos porque eran quienes les cuidaban a los niños. Una vez la señora me dijo, seguramente con buenas intenciones, que me maquillara y me pintara las uñas, porque mi esposo tenía un cargo importante y se podía enamorar de otra mujer en cualquiera de sus viajes de negocios si yo no me arreglaba bien (para él).
Después de cuatro horas de vuelo, sola con dos bebés, seguramente no me veía muy bien pero, además, en esos ocupados días de mi vida no sólo no me maquillaba ni me pintaba las uñas, sino que no me vestía a la moda sino muy cómoda. Casi en “pijama” como yo misma solía decir.
Lo cierto es que en mi larga lista de preocupaciones de esos años, la preocupación de que mi marido se enamorara de otra mujer… ¡no existía! Por supuesto no se lo dije a la amable señora sino que le sonreí con cariño.
Dedicada a cuidar a mis hijas de tiempo completo, yo sabía bien que quien tenía un cargo importante en nuestra j0ven familia era yo. Otra cosa era que a mi marido le pagaran mejor que a mí y que a todas las mujeres que en ese momento cuidábamos a los hijos de otros hombres y mujeres en el mundo que en ese momento (y todavía) asistían a reuniones “importantes”.
Por lo cual yo no estoy tan segura, querida Shakira, de que las mujeres todavía facturen.
