Opinión

El agua moja

Sara Moreno Ruiz

Sara Moreno Ruiz

Columnista Invitada

En junio del año pasado, la revista Semana revelaba los audios de una conversación de Armando Benedetti con Laura Sarabia (la entonces jefa del despacho del presidente), en los que, cansado de estar como embajador en Venezuela, aislado del gobierno, Armando se “desahogaba” con Laura y la amenazaba con revelar información sensible de la campaña, incluso si los “hundía” a todos, sino le cambiaban su situación en el gobierno.

Luego de esa “pataleta”, Armando y Laura fueron removidos de sus cargos. No por mucho tiempo; unos meses después, Armando fue nombrado embajador de la FAO en Italia. Por un tiempo, no supimos mayor cosa de él; hasta que la W radio, citando a una fuente cercana a la mamá de la esposa de Benedetti, dio la primicia de una supuesta denuncia en su contra por violencia intrafamiliar en España.

Como cuando la noticia de los audios, en aquella ocasión, a Benedetti le cayeron rayos y centellas. El consenso al interior del gobierno, entre sus seguidores y en la opinión pública era que el presidente debía remover al señor embajador de la FAO y del gobierno.

Vaya sorpresa la que nos llevamos cuando, contrario a lo esperado,  vimos a Benedetti bajarse de una camioneta televisada por todos los medios, camino al Palacio de Nariño, donde se instalaría, muy cerquita a la oficina del presidente, como uno de sus consejeros.

Volvieron a caer rayos y centellas. Sin embargo, el ex embajador ante la FAO, recién salido de un tratamiento de desintoxicación en México, se pavoneaba por su llegada a las oficinas más cercanas a la presidencia y les advertía a quienes estuvieran incómodos con su nombramiento que se aplicaran crema No. 4 para la picazón.

La oficina de una consejería presidencial no sería todo. Poco después, Armando Benedetti fue nombrado jefe del despacho del presidente, y aunque en un consejo de ministros televisado, varios de ellos se opusieron a dicho nombramiento y hubo lágrimas de descontento en vivo y en directo, allí tampoco paró la cosa.

De ese consejo de ministros, Benedetti salió involucrado en el caso de Papá Pitufo; el zar del contrabando que supuestamente infiltró la campaña de Gustavo Petro. Sin embargo, lejos de entrar en peligro su nombramiento, Armando Benedetti fue nombrado como ministro del interior ante la renuncia de su antecesor, el reconocido político Juan Fernando Cristo. Lo demás ya es historia.

En la última imagen de Benedetti que vi en X, el nuevo ministro aparecía recostado a una de las elegantes mesas del honorable Congreso de la República, sonriendo con un congresista de Cambio Radical; el partido que dirige el señor Germán Vargas Lleras, quien en la actualidad hace campaña a la presidencia ondeando las banderas del antipetrismo, tan rentables en estos tiempos.

El que peca y reza, empata. Supone uno.

Todo esto para decirles, queridos lectores, que en este gobierno pareciera que se estuviera descubriendo que el agua moja. Porque resulta que, con la excepción de las lágrimas televisadas, nada de lo que les he relatado aquí es nuevo, y ustedes  muy bien lo saben.

Por más golpes de pecho que se den los opositores a este gobierno, sin contar con los que, al mismo tiempo, como el congresista de Cambio Radical, se ríen de los mismo chistes en el congreso  con Benedetti, el señor Armando lleva haciendo política de manera “exitosa” y con diversas corrientes, varias décadas.

Armando Benedetti no es una novedad de este gobierno. Como tampoco lo son la filtración de dineros ilícitos en las campañas presidenciales, ni los entramados de corrupción en los gobiernos. Así Vicky Dávila se quiera saltar, convenientemente, los gobiernos, con sus campañas, de Uribe y Duque, cuando dice que se cansó de eso y que por eso aspira a la presidencia.

Y no (también queridos) amigos antipetristas: que no sea nuevo no quiere decir que sea bueno ni es excusa. Quiere decir que en lugar de enfocarnos en Benedetti, debemos hacerlo en el sistema que produce a “los Benedetti” y los lleva al honorable Congreso de la República y, en ocasiones, también  a la presidencia.

Y que nada de eso va a desaparecer, como por arte de magia, con la llegada de un nuevo presidente. Aunque Vargas Lleras y Vicky, y otros, lo prometan. No es posible. Tomará tiempo.

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