Helmut Levy Hoffman
La muerte de Helmut Levy Hoffman en Ibagué, el 11 de mayo de 2024, trae a mi memoria decenas de recuerdos de una gran familia, que ha estado vinculada a nuestra ciudad por cerca de 85 años. Vale la pena recordar su vida y su obra, resumiendo en esta crónica lo que significó la vida de este inmigrante alemán, más ibaguereño que muchos nativos de nuestra querida ciudad.
La infancia en la Alemania nazi
Helmut nació el 8 de agosto de 1932 en Schmieheim, un barrio de Kippenheim en la región alemana de Baden-Wurtemberg, cerca de la frontera de Alemania con Suiza. Sus padres eran dos jóvenes judíos, Arthur Levy Levy y Gertrud Hoffman, recién casados que comenzaban a formar su familia en la dura época de la recesión mundial de inicios de los años 30 del siglo XX. Eran tiempos turbulentos, marcados por el ascenso político de los nazis, que culpaban de la mala situación económica a los judíos, llevando a los alemanes hacia el fanatismo político que proponía Hitler.
El 30 de enero de 1933 Hitler fue nombrado canciller de Alemania, un movimiento que lo catapultó hacia la dictadura total y a la persecución de los judíos en Alemania y Austria. Poco a poco llegaron medidas duras y persecución económica y física, que afectaron a todos, incluyendo a Arthur y Gertrud. La pareja trabajaba en la fábrica del padre de Gertrud, el industrial Leopold Hoffman, quien comenzó a ser perseguido, llevándolo a considerar el exilio. Muchas familias comenzaron a pensar de igual manera, dificultando sobremanera la obtención de visas hacia Estados Unidos y Suramérica.
En 1939 Leopold Hoffman comenzó el proceso de sacar a Alemania a sus hijos y sus familias. De alguna manera milagrosa, obtuvo visa para Gertrud y su familia en un barco cuyo destino final era Colombia. Hablo de milagro, pues el canciller colombiano Luis López de Mesa había prohibido en febrero de 1939 que los consulados colombianos emitieran visas a personas de origen judío. De todos los países de América, Colombia fue el que menos judíos recibió, pues López de Mesa pensaba que abrir las puertas del país a los perseguidos por el nazismo no era una buena política.
Leopold repartió a cada hijo el dinero que pudo reunir y algo de menaje para cada uno de ellos y sus familias. Arthur y Gertrud huyeron hacia Francia, vía Estrasburgo. A finales de agosto llegaron a al puerto de Le Havre, después de atravesar toda Francia. Después de una travesía de 25 días, con escala en Aruba, llegaron a finales de septiembre de 1939 a Puerto Colombia. En Alemania, entretanto, Hitler había invadido el primero de septiembre a Polonia, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Arthur y Gertrud se habían salvado por escasos días de la guerra, pero Leopold Hoffman moriría un par de años después, asfixiado en uno de los trenes de la muerte hacia los campos de concentración nazis.
Los primeros años en Colombia
Puerto Colombia ya estaba en proceso de decadencia en 1939, cuando la familia Levy Hoffman llegó a nuestro país. Sin embargo, por allí llegaron gran parte de los 6.000 judíos que lograron vencer las duras restricciones del gobierno de Eduardo Santos para instalarse en nuestro país.
Los empleados de la Aduana en Puerto Colombia se aprovecharon de la confusión de don Arthur a su llegada y todo su menaje fue retenido y saqueado, comenzando de manera dura su estadía en Colombia. La familia viajó al interior del país por la ruta de Scadta sobre el río Magdalena, haciendo en 12 horas el trayecto Barranquilla – Mompox – Medellín – Manizales – Cartago y Cali, ciudad en la que permanecieron hasta comienzos de 1942. Don Arturo trabajaba en Manuelita, pero viajaba frecuentemente a Palmira a aprender el negocio de panadería, en el establecimiento de otro alemán que había llegado en el mismo barco a Puerto Colombia.
Como lo he contado en otra crónica, don Arthur Levy Levy (don Arturo) decidió montar una panadería, pero quería hacerlo en una ciudad que no fuera tan grande y que no tuviera un gran negocio de panes. Esa ciudad fue Ibagué, a donde llegó con su familia en 1942. Se instaló en la calle 13, entre carreras tercera y cuarta, saliendo todos los días en bicicleta junto a su esposa Gertrud (doña Gertrudis), a repartir pan francés, que no se conocía antes en Ibagué.
Para 1948, la familia Levy tenía 2 establecimientos muy conocidos en Ibagué, el Centro Social en el Colegio San Simón de la tercera con 11 y el Bar Florida, al otro lado de la carrera tercera, donde eran famosos el pan, bizcochos y los ponqués. Recordaba Helmut, que ya tenía 16 años, que el Bar Florida se hizo famoso por estar abierto hasta la salida de los ibaguereños que asistían a la función de nocturna de los cines de la época y ofrecer empanadas, que todavía son famosas. Y, una vez salían los clientes, don Arturo hacía que el establecimiento fuera limpiado al detalle, para que al día siguiente estuviera reluciente. Era don Arturo un comerciante estricto y amable, al que tuve la fortuna de conocer años después.
Ibagué estaba lleno de extranjeros en aquellos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Junto a los Levy en la calle 11, convivían negocios de polacos, libaneses, italianos, españoles y otras nacionalidades. El Hotel San Jorge, el Hotel Raad, La Confortable, La Bella Ibaguereña, el Casino Chamaco, el Almacén Para Ti, El Camello, el Pacandé y otros eran de extranjeros. Otros italianos y españoles manejaban cultivos de arroz en la meseta de Ibagué. Igualmente antioqueños y santandereanos, como mi abuelo Pedro Niño, aprovechaban la excelente localización de Ibagué y sus familias se integraban a la amable tierra tolimense.
El Centro Social de La Pola
Helmut Levy se había integrado perfectamente a la vida ibaguereña. Don Arturo discretamente viajaba una vez al mes a Bogotá, a la sinagoga de la Calle 94, a cumplir con sus obligaciones religiosas, que practicó hasta su muerte. Los hijos entraron al Colegio Tolimense, donde un rector moderado, Monseñor Germán Guzmán Campos, permitió que los hijos de una pareja judía pudieran estudiar en un colegio católico, sin ninguna clase de limitaciones. Los hermanos Levy Hoffman podían decidir si asistían o no a clase de religión, algo casi inaudito para la época. Helmut contaba que ellos libremente decidieron asistir a las clases, para integrarse aún más con sus compañeros ibaguereños.
El 9 de abril de 1948 el Bar Florida fue incendiado, en medio de los disturbios por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, que fueron muy fuertes en Ibagué. Reconstruir el local fue complicado y se dio la oportunidad de abrir un nuevo negocio en el barrio La Pola, donde comenzaba la ciudad. Allí, con financiación del Banco Central Hipotecario, comenzó una nueva época para el Centro Social. Con unas grandes instalaciones, local abajo y casa de habitación arriba, 32 empleados, distribución para todo el Tolima, el Centro Social de los años cincuenta era una empresa próspera, construida a pulso. Largas horas de trabajo todos los días, fines de semana cortos, eficiencia alemana, hicieron que fuera mucho más que una panadería de barrio.
El matrimonio
Helmut se había ennoviado a principios de los cincuenta. Mariela Quintero Mahecha, su novia, nació en Arrancaplumas, un bello paraje de la ciudad de Honda, Tolima, en 1929. No conozco detalles de su llegada a Ibagué, pero ya en 1950 estaba en nuestra ciudad y era una destacada deportista. Por su relación con el básquet conoció a Helmuth, pues Mariela era basquetbolista, integrante de la selección Tolima y Helmuth y sus hermanos unos entusiastas de los deportes, incluido el ciclismo y el basquetbol.
Recién llegado el Centro Social a La Pola, Marielita y Helmut decidieron casarse. Es famosa la foto del 2 enero de 1954, donde los recién casados salen de la la capilla de la Escuela Normal Nacional en la Carrera Quinta con Calle 30. Como muchas ocasiones religiosas en aquel pequeño Ibagué, la ceremonia se hizo con la bendición de monseñor Luis Felipe Jáuregui. Los Levy Quintero se instalaron en La Pola, donde nacieron Giselle, Erika y Helmut, los primeros hijos del matrimonio.
Ya para esa época funcionaba el Liceo Val en Ibagué y Marielita era una de sus profesoras. No conozco si hubo una sede anterior, pero mis recuerdos sitúan al colegio en una vieja casa de la calle 10 con carrera cuarta, muy cerca de la Plaza de Bolívar y el Parque Murillo Toro. Allí me llevaron a comienzos de 1961, cuando mis papás decidieron radicarse en Ibagué. Humberto Niño, recién salido de la Armada Nacional, pediatra, quería hacer su carrera en Ibagué. Gloria Ballesteros, santandereana, con 2 hijos y esperando mellizos, estuvo de acuerdo.
En algún momento del año 1961 nos mudamos a La Pola, al llamado Barrio Pabón Peláez. Recuerdo haber ido muchas veces al Centro Social de la tercera con tercera, junto con mis papás. En febrero de 1962, ya más aclimatado a Ibagué, volví al Liceo Val de la calle 10, donde estudié hasta 1964. La filosofía de Vida, Amor y Luz se aplicaba con toda la fuerza en el colegio, donde aparte de lo académico teníamos deporte, música, danzas y canto, todo bajo la dirección entusiasta de Marielita de Levy.
El Centro Social de Cadis
1965 fue un año de grandes cambios para todos nuestros conocidos en Ibagué. Mis papás y varios vecinos del Pabón Peláez compraron casas en un nuevo barrio, llamado en aquellos años Cadis (no Cadiz, como empezaron a llamarlo muchos años después). Cuando pensaban en que colegio meternos, se enteraron que el Liceo Val se trasladaba muy cerca a Cadis, así que seguimos en el colegio. Y para completar la alegría, el Centro Social se trasladaba desde La Pola para el nuevo barrio, a cinco minutos en bicicleta desde nuestra casa.
No sabíamos que la situación del Centro Social no era fácil. Dos descalabros económicos se sucedieron en línea, un asalto a un conductor del Centro Social en Anzoátegui, que no fue cubierto por el seguro, así como un gran incendio en el local de La Pola. Después de más de 20 años en Ibagué, don Arturo y doña Gertrudis la veían difícil. Un ingeniero, Juan José Montoya, les ofreció prácticamente gratis un local en el nuevo barrio de Cadis y allí volvieron a comenzar. El éxito fue rotundo, pues los precedía la gran fama y calidad de sus productos.
Muy bien planeado, Cadis era un barrio que ofrecía una buena calidad de vida a profesionales jóvenes como mis papás. Todo el mundo se conocía, vivíamos la típica vida de los suburbios, todo el tiempo en la calle, las casas siempre abiertas, la felicidad plena. Ir al Centro Social en bicicleta era toda una aventura y Helmut, al frente del negocio, nos atendía como príncipes. Allí también estaban don Arturo y doña Gertrudis, siempre muy bien puestos.
LA NATACIÓN
En los años 60s se completó la familia Levy Quintero. Llegaron Ingrid y Claudine. Helmut y Marielita se metieron de lleno en la natación, teniendo como sede primero el Club del Comercio de Ibagué y luego el mundo entero. Todos los hijos fueron buenos nadadores, pero Helmut hijo y Giselle se destacaron especialmente. Marielita era una buena madre de deportistas, apoyando y exigiendo a sus hijos, Erika incluida, a pesar de su condición de haber nacido con síndrome de Down. Helmut papá era un buen dirigente y aprovechaba su paso por la Voz del Tolima para difundir y fomentar el bienestar de la natación tolimense.
La gran ocasión de los IX Juegos Nacionales en Ibagué disparó a la natación tolimense. Helmut papá estuvo en el Comité Organizador, que construyó unas bellas piscinas, orgullo de nuestra ciudad por muchas décadas. Marielita estuvo al frente del joven equipo tolimense, que no podía pelear mucho frente al poderoso equipo del Valle del Cauca, comandado por Olga Lucía de Angulo (QEPD). Ya vendrían tiempos mejores, aprovechando la magnífica experiencia de esos Juegos.
Helmut Levy Quintero se convirtió en una gloria del deporte tolimense y la natación colombiana. Por más de una década, en los años 70s, dominó las pruebas de los 200 y los 400 metros combinados. Ganó muchas medallas de oro en su categoría a nivel nacional e internacional y participó en 123 competencias internacionales en todo el mundo, entre juegos centroamericanos, suramericanos y juegos olímpicos, participando en Montreal 1976 y Moscú 1980. Después de sus segundos olímpicos, decide retirarse en 1980.
Erika Levy también representó a Colombia, como abanderada y deportista en competencias de nadadores con síndrome de Down y siempre fue una persona feliz y querida. Marielita y Helmut la manejaron con inmenso afecto, al igual que a su hermana Arlette, también con síndrome de Down y quien murió muy joven. La muerte de Erika, en enero de 2017, fue un golpe duro para una familia que mucho se centraba en ella.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Cuando salí de Ibagué para la Escuela Naval de Cartagena en julio de 1973, los Levy Quintero estaban en un momento de gran apogeo. El Centro Social era el sitio de reunión de los adolescentes ibaguereños y funcionaba como un relojito. El Liceo Val funcionaba también muy bien, con Cecilita y Mariela al frente de la institución. Helmut brillaba en las piscinas de medio mundo y Giselle había dejado igualmente una estela de triunfos. Era el mundo ideal.
Ya no volví a vivir de tiempo completo en Ibagué. Volvía en vacaciones y siempre me daba vuelta por el Centro Social, donde Helmut me saludaba y me atendía con el mismo cariño de 1966. Con el tiempo Helmut hijo se convirtió en un buen periodista y un líder regional. El Liceo Val cambió de manos, cerrando un hermoso capítulo de buenas enseñanzas. En el 2011, cansados, Helmut y Marielita decidieron cerrar el Centro Social de Cádiz (ya se había españolizado el barrio). Concluía un largo camino, iniciado por don Arturo y doña Gertrudis 70 años atrás. Helmut papá seguía ofreciendo el famoso jamón de cordero, que aún se distribuye entre sus amigos y conocidos. Todavía soy fiel usuario y con cada bocado recuerdo aquellos bellos años.
En mayo de 2019, con ocasión de los noventa años de Mariela Quintero Mahecha de Levy, sus antiguos alumnos le hicieron un homenaje de reconocimiento a su gran trayectoria. Fue un momento lleno de alegría, pero también de mucha nostalgia. Fue reconocimiento y a la vez despedida. Una gran mujer, que disfrutó ese día con profunda alegría. Ocho meses después, esos mismos alumnos, acompañados por Ibagué entero, despedían a Marielita en su viaje a la inmortalidad.
Helmut Levy Hoffman pasó sus últimos años tranquilo, disfrutando de su merecido retiro, celebró sus 90 años y estuvo siempre vital, hasta los últimos meses de su vida. El 11 de mayo de 2024 murió, rodeado del respeto y el cariño de todos los ibaguereños y de todas las personas a las que ayudó en su meritorio paso por este mundo. Gracias, Helmut, saludo grande a Marielita, a don Arturo y a doña Gertrudis.