La Lucha de los Anarquistas por un Mundo Mejor

“Ocho horas para el trabajo, ocho para descansar y ocho para lo que queramos”, era la demanda de cerca de 350.000 trabajadores y miembros de los sindicatos obreros quienes iniciaron una huelga el 1° de mayo de 1886 paralizando las fábricas en todo el territorio de los Estados Unidos para pedir la disminución de la jornada de trabajo que en ese momento se extendía hasta las 18 horas para la mano obrera menos calificada, pero no así para los empleados de oficinas federales y de obras públicas, a quienes se les permitía, con una nueva ley, una jornada de 8 horas.
El inconformismo resultante de estas decisiones discriminatorias y sesgadas, llevaron a que el 4 de mayo se convocara a una concentración en la plaza de Haymarket en la ciudad de Chicago la cual posteriormente sería llamada “la Masacre de Haymarket” cuando un artefacto explosivo fue lanzado contra la policía desatando el caos que llevó a que los agentes abrieran fuego indiscriminado contra la multitud con un balance de 38 obreros muertos y 115 heridos.
Los líderes anarquistas de la manifestación fueron rápidamente detenidos y ocho de ellos sometidos a un cuestionado proceso judicial en donde cinco fueron condenados a muerte, siendo hoy conocidos como «los Mártires de Haymarket”.

La prensa, encabezada por el Indianapolis Journal, el Chicago Tribune e incluso el The New York Times, definieron a los huelguistas como «trúhanes y malhechores», y calificaron sus protestas de «locura» al reclamar una jornada laboral de ocho horas atacándoles sin piedad:
«¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!».
En palabras del anarquista lituano Alexander Berkman, «el juicio de aquellos hombres fue la conspiración más infernal del capital contra los trabajadores que conoce la historia de América«.
Las ideas anarquistas no eran nuevas. El primer uso de la palabra “anarquía” se remonta a la Antigua Grecia en la obra “Los siete contra Tebas” (467 a. C.) de Esquilo, en la que se utilizaba con un sentido negativo, como referente a una doctrina contraria a la autoridad. Sin embargo, algunos historiadores encuentran en el discurso y la figura de Jesús de Nazaret una gran presencia de los valores anarquistas.
Los anarquistas conciben una sociedad autogestionada, basada en la cooperación y el apoyo mutuo, sin clases sociales, sin poder y sin Estado.
Los anarquistas contemporáneos levantan muchas banderas con la palabra No: no a la destrucción del planeta, no a la guerra, no a las bombas nucleares, no a la sobre explotación de los débiles -continentes, países, etnias-, no a la globalización, no a la hegemonía mundial -política, militar e ideológica de Estados Unidos y de sus aliados- y muchos otros no.
Pero también hay Sí, por la diversidad, los derechos de la mujer, la tolerancia y el derecho a la vida de todos los pobres del mundo, de los excluidos del mercado por el modelo de economía que sustenta la globalización.
Hoy en día en el mundo proliferan nuevas organizaciones constituidas por la llamada sociedad civil, sin la intervención del Estado, para resolver problemas concretos de la gente, muchas inspiradas en un sustento teórico anarquista de cooperación y apoyo mutuo.
Sin embargo, tal vez el mayor reconocimiento que debemos hacer a los anarquistas fue lo que tan sólo unos días más tarde de la masacre varios sectores de la patronal reconocieron: una jornada laboral más justa.
En 1889 el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en memoria de «los mártires de Haymarket», evento que nos recuerda el limitado poder del Estado para resolver lo que entre todos Sí podemos lograr: un mundo más equitativo, tolerante y justo donde quepamos todos.