La vida favorita

El repicar de las campanas más que su doblar se alojan como sonido metafórico en mi memoria de preferencias desde los tiempos de Maricastaña, y como estoy divisando los terrenos del tiempo recuerdo perderme en las profundidades del cuadro naif en mi habitación de infancia. Buenas y favoritas épocas en las que viví en el fabuloso Mundo de los Niños, allí en donde seguramente empezó mi gusto por la poesía, por hilar palabras y construir historias en mi imaginación.
Mi preámbulo de favoritismos se debe a que una de mis dos personas preferidas en el mundo me pidió escribir sobre las cosas favoritas. Como entre mis predilecciones está siempre complacerla, urgida comencé a teclear queriendo universalizar algunas posibles preferencias de las personas. De la manera como me planteó el tema, al no estar centrado en especificidades o en el marco de una pregunta, relatar aspectos generales sobre favoritismos sería suponer. Decidí enfocarme entonces en algunos gustos personales y encontré sin traba un buen espectro.
No preciso en qué momento la risa de Agustina se instaló en la cúspide o desde cuándo tengo tan clara la satisfacción por despertar en una almohada fría. Perseguir el café y escuchar la voz de mi madre cada mañana se añaden a mis placeres.
Como nadie entiende mis acelerados ritmos, caminar sola está en mis favoritos, mis pasos conducen a mis encantadores viajes internos, aunque los externos también me deleitan. Siempre llego a una que otra librería porque comprar libros y leer algunos hace parte de mi repertorio de delicias.

La inveterada costumbre de andar con cámara en mano para detener instantes que con en el tiempo se convierten en revelación, ha sido de mis principales disfrutes. Igualmente encender velas, ver las luciérnagas o cualquier cosa que irradie luz como mi nombre. Perdí la cifra de los años en que mojarme bajo la lluvia encabezaba mi lista de amores, y como cualquier rehabilitada sé exactamente el día en el que dejé la Coca Cola, aunque es mi favorita, logré tomar distancia.
Mis jueves son los sábados de antes, son livianos como las rosas blancas, el color azul y el acento porteño, y la excepción de la regla siempre será mi predilecta. Me maravillo con los puentes, alcanzo la contemplación con la noche cerrada y me gusta cada significado de la palabra fuente.
La generosidad sin límite, los corazones nobles, ayudar, atesorar cada crepúsculo desde el alba hasta el ocaso, los cafés esquineros y calmar la sed con agua burbujeante entran en este rosario de ideas.
En cuanto a las personas prefiero aquellas simples, las de reservado encanto y generosidad desbordada, las que cumplen las promesas, honran la palabra, las que miran a los ojos y estrechan bien la mano.
Estar 2600 metros más cerca de las estrellas me hizo siempre muy feliz, allí encontré a mis amigos favoritos, los besos predilectos, las mejores carcajadas. Encontré el placer de mirar las nubes sin saber sus nombres e hice del incienso que vendían los Hare Krisna uno de mis aromas favoritos, sólo superado por el olor del petricor, el del mar y el del Vetiver, ese que sentía al acercarme al ser amado y que pude retener en las profundas imágenes de la memoria.
Hacer globos con goma de mascar mientras recojo piedrecitas siempre será un buen plan. También lo será Manhattan, la isla y la de Woody Allen. Pensar que todo empezó con la unión de La Ciudad de la Furia con La Heroica ciudad de las murallas, favoritas ambas para mí.
Puedo hacer una larga lista, sin embargo, mejor lo aliento a hacer la suya propia en la geometría de sus horas.
Porque es jueves de volver a lo que fue, lo que es, lo que siempre será…porque mi cosa favorita en la vida es la vida misma por la cual bebo sus vientos y sus elementos.