“Los de afuera son palo”: MARACANAZO, 70 ANIVERSARIO
Un día como hoy, hace 70 años, los gritos sordos de un puñado de Uruguayos estremecían el silencio del estadio Maracaná, quien había sido abarrotados por miles de Brasileños para romper todos los récords y ver (contrario a lo que pensaban), la hazaña más grande de la historia del fútbol.
Se jugaba la Fecha 3 del Cuadrangular Final en el estadio Maracaná, que por aquel entonces tenía la colosal capacidad para 200.000 espectadores. Según cuenta la tradición oral popular, el estadio ese día colapsó su capacidad para imponer un récord vigente: La mayor cantidad de público para la final de una Copa Mundial de Fútbol jamás reunida.
En medio del exitismo provocado por el gran equipo que tenía Brasil (invicto hasta ese entonces en la competición), habiendo goleado en ese Cuadrangular a Suecia por 7-1 y a España por 6-1 se sentía el triunfalismo a flor de piel. En ese entonces, Uruguay era uno de las naciones más exitosas en el mundo del fútbol, habiendo logrado el Campeonato Mundial de 1930 en su país y los históricos títulos de Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1924 y Colombes 1928 (los nombres de las tribunas populares del estadio Centenario de Montevideo) considerados por la FIFA y el COI como Campeonatos Mundiales (por eso sus 4 estrellas doradas). Con titulares como ‘Nuestra Brasil vencerá – La Copa será nuestra’ (del Diario de Río) y ‘Brasil Campeón Mundial 1950’ (del diario O Mundo) por parte de la Prensa Brasileña, los Uruguayos salieron a darle a Brasil, una lección de humildad y gallardía ante los ojos del mundo que quedó grabada en la memoria colectiva con el nombre de ‘Maracanazo’.
En aquel partido que se consideró como ‘final’ (dado que enfrentaba a 2 rivales directos por el título) en la Fecha 3 del Cuadrangular Final de la IV Copa Mundial de Fútbol con sede en territorio ‘Carioca’. Aquella tarde en el estadio Maracaná (denominado así por un canario que vive en sus inmediaciones), ambos equipos sacaron su equipo de gala.
El conjunto local sacó su acostumbrado 3-4-3 que junto con el empuje del público local se había convertido en una ‘avalancha blanca’ (dado su color de uniforme): En portería Moacir Barbosa (condenado por siempre por los ‘errores’ en las anotaciones ‘Celestes’); Augusto (Stopper derecho y capitán), Juvenal (Líbero), Bigode (Stopper izquierdo); Danilo y Bauer (Volantes de marca); Zizinho y Jair (Volantes creativos); Friaca (Extremo derecho), Ademir (Centrodelantero) y Chico (Extremo izquierdo).
El conjunto visitante (ésa tarde, más que nunca) dirigido por Juan López Fontana mostró un 4-1-2-3, más contragolpeador y con eficiente trabajo defensivo: Roque Máspoli en portería; Schubert Gambetta (Lateral derecho), Matías Gonzáles (Líbero), Eusebio Tejera (Stopper) y Víctor Rodríguez Andrade (Lateral izquierdo); su capitán, el mejor volante de marca de la historia del fútbol, Obdulio Varela en el centro del campo; Julio Pérez y Juan Alberto Schiaffino (Volantes creativos); Alcides Gigghia (Extremo derecho), Óscar ‘Cotorra’ Míguez (Centrodelantero) y Rubén Morán (Extremo izquierdo).
Aquel equipo ‘Celeste’ tuvo 2 ingredientes para lograr la hazaña. El primero, la famosa arenga de su capitán Obdulio Varela en el camerino: “Juancito (Juan López Fontana, el DT) es un buen hombre, pero ahora se equivoca. Si jugamos a defendernos, nos va a pasar lo mismo que a Suecia o España. Los de afuera son de palo, en la cancha somos once contra once”. El segundo, el factor emocional que implicaba enfrentar a un rival al que, en los últimos 3 enfrentamientos, ya había vencido la ‘Celeste’ en 4-3 en la Copa Rio Branco. Como lo dijo el gran Roque Máspoli a Sergio Levinsky, Periodista Español: “Contrariamente a lo que se dice, no creo que haya sido tanta sorpresa. Éramos parejos y nosotros no les temíamos y pensábamos que ese partido lo podíamos ganar pese al triunfalismo que veíamos. Si había un equipo al que nosotros respetábamos mucho era Argentina, que en esos años tenía unos jugadores tremendos”.
Esa Uruguay que tenía entre sus huestes a Alberto Schiaffino, uno de los máximos ídolos del AC Milán (anotador a los 66′) y Alcides Gigghia, legendario puntero de Peñarol (marcando gol a los 79′), entre otras figuras, puso de rodillas al que hoy es el máximo monarca del Fútbol (quien se había adelantado con gol de Friaca a los 47′).
Dicho triunfo ‘Celeste’ dio por culminada la época más brillante de la historia del fútbol ‘Oriental’, un mito recurrente cuando los equipos de menor jerarquía logran triunfos epopéyicos frente a grandes nóminas de visitante. Por el lado ‘Verde-Amarelho’ sentaría las bases de su formación futbolística y mentalidad ganadora que le permite a nuestros días tener el récord de Copas Mundiales (5 en las ediciones de Suecia 1958, Chile 1962, México 1970, Estados Unidos 1994 y Corea-Japón 2002) y según cuentan, el nacimiento de la leyenda de Edson Arantes do Nascimento, Pelé como alguna vez lo manifestó: “Fue cuando vi llorar a mi padre por primera vez, en el Maracanazo de Uruguay, y frente a una radio, que le prometí que yo iba a ganar el Mundial con Brasil”.
Para ésta efeméride acuñamos la siguiente frase: “En el fútbol, jamás habrán imposibles”.